viernes, 29 de junio de 2007

ULTIMA HORA: LA PPK YA TIENE SU PROPIO PEARL HARBOUR




Estimados Camaradas,



Los hechos se precipitan.



Los faxes de las agencias echan humo.



Según nuestras inexistentes y fidedignas fuentes, a las 11:30 AM de este 29 J(nunca podremos olvidarlo) 2 de los miembros cofundadores de la PPK y del Movimiento "No a la Boda" nos han regalado la peor de las traiciones. En esos momentos, encontrábanse Porrito y su futura esposa entregando la documentación pertinente en los Juzgados de la Capital del Santo Reino, con el fin de perpretar próximante el más deplorable de los actos para nuestra congregación (seguimos investigando el Dia D y la hora H)


Para más inri y en su desidia habitual, Porrito olvidó un detalle que ha servido para que este flagrante ataque no sea definitivo, y la PPK pueda sacar su flota a mar abierto y repeler enérgicamente la agresión. Faltaba un testigo, lo que oyen (o lo que leen)y tras varios intentos de raptar o sobornar algún que otro indigente, transeúnte o incluso empleada del hogar relacionada con la familia, han tenido que recurrir a P.M., familiar político residente en la capital, como dicho testigo, quien cediendo a las presiones de nuestros desaparecidos servicios de inteligencia, ha cantado de plano.


Estamos a la espera de material gráfico que ilustre los hechos, si bien poseemos ya algunos negativos de nuestros corresponsales en la zona de guerra.







Los primeros indicios apuntan, no obstante, a que la versión oficial y justificación principal de la pareja será aquella de las "ventajas fiscales" para lo cual han hablado ya con su jefe de prensa que prepara a toda prisa un dossier acerca de los muchísimos céntimos que pueden ahorrarse y bla bla bla (como si los necesitara, el que se tiene que llevar el sueldo en carretilla...)



Kamaradas todos, permaneced fuertes en nuestras convicciones, somos pocos pero podemos conseguirlo.


Para aquellos que ya sabéis, está en vuestras manos. La venganza es otra forma de justicia.



¡Viva la PPK!

viernes, 22 de junio de 2007

Profilaxis I

A Dionisio Martín no le gusta su nombre, tampoco sus orejas, pero eso tiene arreglo. Piensa operarse, aunque de momento se conforma con llevar el pelo largo. Trabaja por su cuenta, conduce como un loco y su novia le ha dejado porque, dios sabe dónde, se contagió de gonorrea.

María cohabita con su abuela. Le resulta imposible subsistir con una pensión de trescientos euros y cuidando a una impedida, así que la chupa por veinte euros y folla por treinta, y vive bien, no te creas, y su chocho lo agradece. A veces le cuesta concentrarse en su trabajo oyendo el respirador eléctrico en la habitación de al lado, y esos suspiros que mas parecen estertores. Pero no palma, la abuela, digo. Eso sí, se queja mucho la hijaputa.

El marido de Teresa se ha vuelto gordo y halitoso, aunque no se ha dado cuenta, porque no ha sido de un día para otro. Ella no soporta su saliva, su sudor, sus pelos descolocados, aunque reconoce que antes sí. Hace años que no tienen una conversación interesante, bueno, una conversación. Ella es profesora de griego, aunque nunca le han dado por culo. Corrige los exámenes con guantes de látex y jamás se sienta en la taza de un váter, ni en su casa. El cierra la llave de paso al salir, comprueba siete veces si han desenchufado el brasero y no permite que dejen correr el agua mientras se cepillan los dientes. Ambos se perdonan.

No soporta a los gilipollas, lo siente pero no los soporta. Dionisio acude a los avisos temblando de rabia. —Ve, señora, se sube la palanquita y ya está, es que se había disparado el diferencial, no es ninguna avería. ¿Ahora qué coño le cobro yo? Anda, déjelo. Alguna vez le ha partido la cara a alguien, pero porque se han pasado de listos, él no cobra si no quiere, pero que no le obligue nadie. Eso sí, porque iba pasado, que algunas mañanas a las diez ya lleva cinco brandis, y porque no los soporta ¡qué coño! A los gilipollas.

A María le gustaría tener el sida, no sé, algo así. Pero no lo tiene, seguro que no. Si lo tuviera dejaría de cobrar y contagiaría a todo el mundo, y podría escribir sobre el vapor de algún espejo “Bienvenido al sida” o algo parecido. Y con suerte saldría en los periódicos, o podrían escribirle un libro, o hacer una película, eso sí que estaría bien. Pero como no lo tiene se conforma, y hace putadas menos refinadas. Por eso ha llamado a un electricista de urgencias. Ella sabe que han cortado la luz por falta de pago, pero ha llamado a un electricista de urgencias. Y en vez de pagarle piensa cobrar ella, y el afortunado se va a ir bien follado y con la cartera vacía, eso sí sin contagiar, satisfecho y saludable, desgraciadamente.

El marido de Teresa es temido en la comunidad. Ante su insistencia han tenido que instalar un pararrayos, clausurar la piscina, codificar las llaves del garaje, y pagar las facturas del taller mecánico en que reparan su Seat León rojo, que ha sido víctima de innumerables actos vandálicos. Hoy antes de salir ha dicho —Teresa, llama a un electricista. Todo porque ayer leyó la carta en que la compañía eléctrica recomienda instalar un protector contra sobretensiones, que por lo visto eso es muy seguro.

Otra gilipollas. —Pero no ve, señorita que esto está bien, va a ser de fuera. Dionisio comprueba que en el portal hay luz, así que baja al cuarto de contadores. —Señorita, que le han precintado el contador, que eso es porque no paga, ¿ahora quién me abona a mí el desplazamiento? María ha empezado a besarle. Dionisio le arranca el vestido y le muerde los pezones, pero no se la mete, que él no es tan cabrón, que el no va por ahí contagiando de gonorrea, así que se conforma con una paja, y en agradecimiento le chupa el chocho, bien chupado, pasando la lengua por sus ingles depiladas, abrazando con su labio superior el clítoris y deslizando su lengua por debajo, metiéndola dentro y haciendo suaves círculos que la hacen gritar de placer.

Dionisio Martín, electricista. Teresa le ha llamado por su nombre. Bonito nombre, como el dios griego. Lo imagina alto y joven, muy moreno. Seguro que el mono entreabierto deja ver un torso modelado y sin vello. Un Dionysos hermoso y lascivo, que la haga olvidar tanta profilaxis. De improviso piensa en sus manos trabajadoras y se dirige al lavadero para comprobar si queda lejía.

—¿Que son veinte euros? ¡Tú estás loca! ¡si te acabo de comer el coño! Dionisio ha tenido que partirle la cara, mira que a él no le gusta pegar a las mujeres, que a su novia en diez años no le habrá pegado más de doce o quince veces, y siempre se lo merecía. Pero es que vaya tía gilipollas, que no lo soporta, que no, que no puede con los gilipollas, que ha tenido que coger el coche y salir a toda hostia, que es que cuando se enciende no sabe parar, que si no se va es capaz de matarla, a la zorra esa, sí, que le olía el chocho a bacalao.

A María le duele la cabeza. Ha despertado con un poco de sangre, varios moratones y un cosquilleo entre las piernas que le hace dudar si llamarlo de nuevo. Pero acaba de recordar que hace ya mucho que no escucha el respirador, acaba de darse cuenta que debía haber pagado las facturas, que ese magnífico bolso podía haber esperado en la tienda unos días más. No sale ni un solitario quejido de la habitación de la abuela.

Dionisio acelera aún más fuerte. Se ha salido un poco en la curva, si él lo reconoce, pero no va a tener la culpa de que la gente no tenga ni puta idea de conducir. Vale que ha invadido el carril contrario, pero no era necesario que el inútil del León rojo diera ese volantazo. Si se ha salido de la carretera es su problema. La verdad es que ha dado alguna vuelta de campana, pero que le den porculo, que además de inútil tenía pinta de gordo halitoso. Además él no puede parar, que tiene que instalar todavía un protector contra sobretensiones y ya mismo es la hora de irse a comer.

Teresa abre la puerta y sonríe más ampliamente que de costumbre. No se siente defraudada, su Dionysos es bello, como en sus sueños. Le observa hacer su trabajo, seguro, preciso, se excita observándolo. Sabe que no se atreverá a intentar seducirle, sabe que no soportaría el contacto de unas manos sucias, de un sudor ajeno, de una verga joven y dura. Dionisio tose, tiene en la garganta un pelo, negro y rizado, de coño satisfecho. Teresa le ofrece un vaso de agua, que él agradece con un movimiento de cabeza.

Dionisio ha cobrado mucho más de lo que debiera, y ha salido de la casa sin intentar follarse a esa madurita tan atractiva. Es raro en él, pero es que la gilipollas morosa aún le tiene el cuerpo malo, y encima lo del coche, que como alguien haya anotado su matrícula… Y ojo que no es por lo de la gonorrea, que no, que él no contagia a una muerta de hambre, pero a una señora como esa, y que encima está buena, a esa la contagiaba él con gusto, pero que no, que no tiene cuerpo.

Teresa ha empezado a limpiar cada huella, a desinfectar cada rastro de la extraña presencia en su casa. Ha recogido el vaso de agua y no lo ha podido evitar, ha buscado la impresión de unos labios en el borde del cristal, ha puesto encima los suyos y ha inclinado el vaso, bebiendo el dedo de agua con restos de su saliva. Ha sentido un cosquilleo entre las piernas que le hace dudar si llamar a su marido.

lunes, 11 de junio de 2007

Trovador sin trovas, ¿dónde te vas a cagar?



No es que yo esperase nada parecido a un Guillaume de Poiters reencarnado en Euskera, cantando sus versos "Frickinporrin" a diestro y siniestro (sobre todo siniestro)... nada de eso. Tampoco actué como detractor, aunque así se me acusara públicamente y en voz alta, "porque (Pedantín) no sabe si daré la talla, y no será por mi tamaño..."; simplemente sabía, por propia experiencia, que querer participar en un grupito de más o menos prolíficas plumas es una cosa, y participar de verdad es otra bien distinta... La pereza, desidia, la eterna excusa de falta de tiempo, y quizás (por qué no reconocerlo?) la carencia de creatividad hacen que del dicho al hecho se alargue un angosto y sinuoso trecho, donde ni siquiera puede salvarte un autobautizo como "Trovador" (ahí es nada, porque él quiso y punto!), un "simpático" "Es la primera..." (Ay! qué ocurrencias recurrentes!) y un "me cago en esto y en aquello y bla bla" "y me vuelvo a cagar..." y bla bla "y con esto y aquello yo me limpio el culo..." (porque claro, de tanto cagarse uno, tendrá que estar de mierda hasta arriba, ¿no? habrá que limpiarse un poco...).


¿Por qué esa manía defecadora para expresar nuestro desacuerdo? ¿No es mejor combatir con otras armas no tan malolientes y mucho más efectivas?


El "me cago en esto y aquello" y "yo hago esto y aquello porque me sale de los cojones" y bla bla bla son expresiones de rebeldía, de legítima protesta o quizás síntomas inequívocos de incapacidad???


Yo quiero pensar lo primero, pero sólo puedo hacerlo cuando el "cagarse" no se queda ahí, sino que es preámbulo enrabietado de algo más, algo que de alguna forma explique nuestra queja, nuestra crítica, nuestro grito, en definitiva, nuestra defecación.

Si no, suena más bien a la ignorante tiranía de la intolerancia... "Yo me limpio el culo con esto porque me sale de los cojones" Y ya está. Fenomenal. Clarividente. Sincero a la par que expresivo.

Vacío, absurdo y, seguramente, nada rebelde...


Verba volant, scripta manent.

Creo entender lo de "escribir de mi puta cabeza y hasta del intestino grueso"... (algo así como "de forma espontánea, visceral", o algo parecido, no?)... Lo que no sé mi querido "Bardo" es que entiendes tú por "escribir como me sale de los cojones"... ¿Tendrá algo que ver con la percepción extrasensorial? Porque promesas sí (véase un escueto comentario acerca de aquel Sábado Noche), auto-proclamación como Trovador también, cagarse y cojones muchos, pero de escribir, ¡NADA DE NADA!


Querido Trovador sin trovas, sé que no estás aquí para demostrar. El problema es no sé para lo que estás, porque si hablabas de compartir... como no sean tus silencios!


No sé si te cagarás en las musas, y tan pulcras ninfas te hayan abandonado ante tan ineducado gesto, pero si no vuelven pronto vas a recibir tu auténtico bautizo....


Una última cosa. No te equivoques, Pedantín te sigue queriendo, pero estoy cansado de ver como te apuntan con el dedo en un silencio acusador y además, tú mismo me elegiste de verdugo...


"Es la primera" - ¿será la última?




(YA SÉ QUE VAS A COMETER EL GARRAFAL ERROR DE EMBARCARTE (O EMBAUCARTE) EN LA PERNICIOSA TRAVESÍA DEL MATRIMONIO. QUIERO QUE SEPAS QUE ESTO TAMPOCO JUEGA A TU FAVOR, PERO QUE NADA TIENE QUE VER CON ESTA ENTRADA DEL BLOG)

lunes, 4 de junio de 2007

Vuelta a nunca fue

Piturda!
Borrega!
Cabrón!
Tus muertos!

Al cabo de estos gritos termino por despertarme… Ya está bien entrada la mañana y los rayos de sol toman forma a través de la persiana gracias al polvo en suspensión que envilece el aire del apartamento… Empieza a apretar el calor, y uno no sabe muy bien si es mejor abrir el balcón o permanecer a salvo junto a la multitudinaria colonia de ácaros que dormitan a la sombra colgados en las cortinas amarillentas.

Atisbo el ajetreo de la calle tras los visillos. Un carrito de cuadros estampados que rebosa verdes lechugas, bolsas de tela con hornazos y hochíos de la Tahona, niños que discuten con la abuela del carrito, quien ha estropeado una magnifica tirada de trompo… Más allá otros niños cuchichean y analizan la pendiente de la calle, a la manera de los golfistas, para ejecutar con precisión su próximo turno con la chapa de Marino Lejarreta o Pello Ruiz Cabestany. Al final de la cuesta se oye un profundo y agudísimo silbido… Tirurií…tirurií… En efecto, viene cantando el afilador de cuchillos.

Me enfundo el chándal con rodilleras y mis botines de J’Hayber. Doy un beso a mi madre, y, para cuando me doy cuenta que no me he limpiado el bigotillo del Cola Cao, ella ya está jurando en hebreo, y advirtiéndome no llegar tarde a comer, que hoy ha hecho pipirrana y bla bla bla…pero yo ya estoy en las escaleras, saltando peldaños de tres en tres y enfilando la cuesta abajo, palpándome en el bolsillo una moneda de cinco duros. Guiño los ojos al doblar la esquina. El sol de Junio se delata. Sonrío mientras empiezo a saborear mi primer día de vacaciones.

Yo tengo amigos en la escuela, papá siempre decía que había que tener muchos amigos, aunque mamá siempre afirma que todo depende del tipo de amigos, que no todas la compañías son tan buenas… Pero yo no los iba a echar de menos. Quizás sólo al Pelijas, aunque no le gustara a mi madre… Sin embargo ahora no me procupa demasiado. Las calles son un atractivo batiburrillo de ruido y olores, y a buen seguro que la pandilla del Callejón se irá agrupando esta semana, a poco que se empiecen a escuchar los primeros balonazos en las persianas metálicas de las cocheras de la plaza. Entonces compraremos petardos del pájaro loco para reventar mierdas en los coches, nos colaremos en la casa abandonada y jugaremos a bote y al pinchiqui.



El paseo de las bicicletas es un hervidero de abuelos con sus nietos, de bolsas de gusanitos desparramados en el maloliente estanque, donde hoy D. Ceferino ha contado dos patos menos que ayer pero un total de cuatro más que la semana pasada. Al parecer, los patitos de colores que se venden en San Clemente vienen a parar aquí, una vez ha desaparecido el encanto de su infancia y aumentado el volumen de sus excreciones. Asimismo, no faltan los que conocen las bonanzas del Pato a la Naranja y otras sencillas recetas. Yo me entretengo escupiéndole a las gallinas de Guinea (creo que se llaman así), nunca dejarán de sorprenderme sus lunares.
-Parecen vestidas de faralaes -, mientras unos gitanillos, sin gusanitos con que alimentar a las palomas, afinan la puntería de sus tirachinas con la penúltima ardilla de los pinos del Paseo.




Voy alejándome, pasando a través de los puestos de libros, buscando aquel tbo de Superlópez que tanto me hizo reír y que perdí no sé cómo (bueno, sí que lo sé) aquel verano en Torrenueva… Vuelvo a sonreír, está vez pensando en otra sonrisa, en otros ojos, aquellos que hicieron atontarme tanto como para librarme de uno de mis tesoros… Uf! Menudo sol! Me arden un poco las mejillas...



- ¿Tiene…?- dudo- ¿Me da… chicles de a peseta?
- Me voy a cagar en tu p….

Y salgo disparado que no me alcance aquel bastón… No, claro que no tiene, hace años que venimos aquí a tocarle las narices al del puestecillo con lo de los chicles de a peseta… Aunque yo aún recuerdo aquellos chicles, tan menudos! cubiertos de un polvillo blanquecino. Nada que ver con los cheiw de ahora, o con los boomer. Ya te digo, aunque a mí lo que me gusta de verdad son los caramelos de drácula, y los de cuba-libre. Estoy deseando llegar a la Pilarica y gastarme los cinco duros.


En la acera de Galerías Preciados un tufillo a churros con chocolate casi hace que se me parta el cuello… Hace ya rato de mi frugal desayuno, y tanto paseo me está abriendo el apetito. Me consuela la idea de un buen mendrugo de pan haciendo el submarino en la magnífica fuente de pipirrana (miro instintivamente el reloj de la torre de la Caja de Ahorros) y me acerco a mirar las suculentas morcillas que cuelgan siempre en los Supermercados Pérez. Recuerdo muchas tardes de otoño acudiendo a aquel mostrador, junto a mi madre, y comprar una o dos morcillas de cebolla, cuerdecita roja, bien picantes. Antes, igual que hoy, habíamos pasado Carrera abajo por Telas Javier. Aquello sí que era excitante, acariciar con la mano los rodillos de tela, algodón, lino, terciopelos burdeos, satenes, sedas de colores, brocados, gasas, tules y tafetán; unos sobre otros, en un laberinto con infinidad de escondrijos, inventando aventuras en una Persia imaginaria…

-Hola Jose. –no hay respuesta, aunque sí continuas chupadas al pitillo- Me oyes, calaillas?
- Hola, hola, hola. Me cago, cago en tus muertos. Joputa. Tienes un cigarro?
- No Calaillas. ¿A que tú eras un gran matemático?
- Ehhhh? Claro. Joputa. Ecuaciones sexagesimales, matriz, matriz, trinometría sideral,… la cabeza…Sectores, multiplicación…pum, tieneh un Fortuna?
- No, Jose, lo siento. Un saludo.
- Adiós, adiós, adiós.

Ya huele a flotadores y a colchoneta de lona en Funiales (nunca entendí por qué se escribía FURNIELES, si se llamaba funiales). Yo no voy a comprar un rosco, nada de eso. Tampoco voy a forrar mis libros, que hay mucho tiempo hasta Septiembre y a mí no me gustan las Vacaciones Santillana. Es que le tengo echado el ojo a un cuaderno de apuntes, muy bonito, forrado por fuera por un plástico negro que imita la piel, y con un recambio de hojas de línea simple con márgenes… He decidido escribir cosas, quizás recuerdos bonitos, amables, como una Navidad donde mi Padre cantaba Villancicos picantes, o un Viernes Santo bajo la sombra de un naranjo en la plaza de San Juan, esperando la Salida del Calvario…o quizás un paseo por el Parque y el Paseo de la Estación, pasando por la Plaza las Palmeras hasta la Carrera…

-¿Cuánto vale?-
-¿Perdón? -
-Sí, el cuad… eh?-
-Disculpe señor, qué deseaba…?-
-Nada, nada…-

Y salgo aturdido de aquel sitio, plagado de luces blancas y ropita de niños y embarazadas. Vuelvo a acercarme al escaparate, y veo mi propio reflejo. Nada de chándal ni J’Haybers. Pantalón de pinza, polo rojo y zapatos. No hay moneda de cinco duros en el bolsillo, sino billete de 50 Euros. Miro hacia arriba el cartel de Prenatal. Ni rastro de mi querido Funiales.

Cabizbajo y meditabundo, busco el camino a casa, guardando bajo el brazo un raído cuaderno negro…