lunes, 26 de febrero de 2007

Aburrido espero verdades que me iluminen

El señor Pedantín sigue teniendo la necesidad de ser el primero de la clase

tanto tiempo después

¿alguien te ganó alguna vez? ¿hizo algún compañero un análisis más exacto? ¿logró alguna vez un furibundo enemigo documentarse mejor?

Si así fuera lo entendería. Años tragando bilis, odiando al que un día se atrevió a cuestionarte, armando en tu cabeza el ataque que tal vez un día no fuiste capaz de afrontar

…pero no lo entiendo, porque tengo la completa seguridad de que tú ganaste siempre.

Por mi parte y en mi defensa debo decir que yo lo más lejos que he llegado es a ser el segundo de la clase (una semana que la gripe hizo estragos). Puedo presumir de no haber terminado ninguna de las carreras que intenté, de no haber tenido nunca que buscar un trabajo, de no necesitar que el resto del mundo me dedique toda su atención. Nunca he marcado un gol, jamás me follé a la chica de moda, no he leído discursos y ni siquiera intenté ser delegado. Me acuso además de no distinguir un buen vino, de no discutir a Luis Aragonés (porque me aburre el fútbol ¡qué pasa!), de no haber leído a Juan Ramón Jiménez, de que mi plato favorito sean las papas con huevos, y además me canta el aliento recién levantado y a veces toso para poder peerme a gusto en público, descompasando a veces ambos sonidos. Ah!, y no creo que utilizar un lenguaje soez como éste sea literatura, porque yo nunca he pretendido parecer un escritor, yo escribo como hablo (mal, por cierto) y me gustan las historias, contarlas y que me las cuenten. Y si me pongo a leer es para disfrutar de una buena historia, y, lo siento, no para correrme de gusto sabiéndome integrado en el elitista club de la sublimación del lenguaje, en la minoritaria agrupación de admiradores de Beowulf o en el club del gourmet. Agrupaciones todas a las que me enorgullezco de no pertenecer.
Vamos, que si Pedantín pretende ganar la competición imaginaria que se ha montado, ya lo ha conseguido, pues pertenezco a ese envidiado grupo de personas a las que no interesa la competición, que se gustan con su clasificación, que se descojonan de los que o ganan o sufren; y además digo esto con una sonrisa franca, y no con el orgullo de la derrota que gustan de buscar los vencedores.

Ahora, gilipollas no soy. La historia era muy sencilla: en mis conversaciones con Pedantín siempre defiendo mi interés por lo que me cuentan los libros, mientras él se preocupa más por cómo lo cuentan. Para él alguien sin la suficiente formación filológica, sin un vocabulario extenso y una expresividad sentimentaloide y pseudoculta, no merece ser publicado. Para mí habría que publicar a todos esos abuelos que, garrota en mano, en cualquier pueblecito perdido, son capaces de dejarte con la boca abierta utilizando unos pocos cientos de palabras. Como siempre andamos en esas, surge la idea de escribir al respecto, y empiezo a hacerlo a partir de un texto que me parece interesante, pero leyendo y leyendo, llego a la historia de que Kafka (al que admiro por sus historias) se basó para escribir en Dostoievski (del que me cansan sus florituras). Me parece una historia curiosa y propongo contárosla. De ahí a que yo pretenda convertirme en crítico literario hay un abismo. Porque, además, yo si conozco mis limitaciones. Se me ocurre un ejemplo:

dos vecinos modernos, de los que no se conocen aun llevando diez años viviendo puerta con puerta, coinciden en el ascensor. Permitidme llamarlos de la siguiente forma: la persona no sobresaliente (LPNS) y el cateto instruido (ECI). Esta sería la conversación:

ECI (tos nerviosa)
LPNS: el invierno se nos ha echado encima ¿eh?
ECI: vaya.
LPNS: falta hacía, que está el campo seco.
ECI: si.
LPNS: te bajas en el tercero ¿no?
ECI: claro.
LPNS: yo voy al cuarto, que tengo que hablar con el presidente.
ECI: ¿quién salió? Es que no fui a la junta.
LPNS: Cristóbal.
ECI: ah! Como Cristóbal Colón, el gran navegante. Todo el mundo cree que descubrió América, pero es que no han leído la teoría de los vikingos, es de lo más convincente. De todas formas fue un gran marino, qué más da que llegara el primero o el segundo. En lo que no se ponen de acuerdo es en el origen. Yo tengo claro que era genovés, si nos atenemos…
…bla, bla, bla,…

¡Pues a ver qué culpa tengo yo de que el vecino se llame Cristóbal! Si te apetece darme la brasa con lo que has leído de Colón en el reportaje de la Geo o del Nacional Geografic (edición Historia), pues me la das y punto, y yo la aguanto o te mando al carajo, pero no busques excusas.

Así que te invito a seguir en esa línea. Si pretendes demostrar públicamente que tus matrículas de honor eran merecidas, hazlo. Pero por mi no te molestes, yo estoy seguro de que lo eran. Además ‘con la iglesia hemos topao’ está para eso, para que cada uno escriba lo que le salga de los huevos sin censura. Los demás son libres de decidir si quieren o no leerlo. Yo me ahorraré el suplicio de hacerlo en siguientes partes, porque tu teoría me aburre soberanamente. Eso sí, no me utilices de excusa para lucirte.

Por cierto, deberías actualizar un poco tus fuentes. Tus manuales de filología están anticuados. Es imposible hablar contigo de alguien que no lleve décadas muerto. Yo hubiera agradecido algún verso de Ángel González o García Montero. Y llamar localista o folclórico (como haces otras veces) a Lorca me parece bien siempre que no defiendas a la vez la universalidad de Sir Gawain.

En cuanto a la errata ya está corregida, gracias. Pero es que yo escribo de corrido, y yerro, como en la vida. Pedantín al menos no yerra en la escritura. Eso sí, esto lo he escrito sin pestañear, sin documentarme y sin tener que guardarlo en borrador para que repose y mejorarlo. Y me gusta hacerlo así, porque es así como soy. Otros quizá necesiten varios días para escribir, pongamos por caso, una crítica a las paráfrasis del Volti, y mantienen el texto durmiendo como un vulgar borrador, a la espera de que las musas o los catedráticos mejoren un texto que vuelva a alumbrarnos con su brillantez.


"ole mi polla"
-el Volti
rey de la casa para su señora.

sábado, 24 de febrero de 2007

Sobre el Arte de Escribir con Arte (I)



Mi amigo Porrito es fiel a algunas de sus manías... Como el mismo admite, la simple afirmación de las supuestas bases de convivencia de nuestra sociedad (democracia, solidaridad, coherencia etc.) le subleva, quizás porque tiene razón y son efectivamente supuestas, o quizás también porque le encanta "mandar a tomar por culo a esto y aquello" sin ton ni son, (el mismo lo vuelve a admitir, gesto que le honra sobremanera).... Porque eso sí que debe de ser "guay", como probablemente asegure nuestro recién estrenado Crítico Literario, Sr. Volti, escribir "tomar por culo", "hostias", "joder" etc.; el arte de escribir sin arte, dicen....

Pues mire usted, Sr. Volti. Seguramente el Sr. Alaiz, aparte su extremadamente desafortunado complejo sexual freudiano, que seguramente le obligara a hacerse pajas a escondidas y a criticar en público Sonata de Otoño como "un desfile de fatuos gallos y suspirantes gallinas [...] sin más ni más empiezan a saltar los gallos sobre las gallinas y eso es todo"; seguramente digo, el Sr. Alaiz sí sepa de lo que está hablando cuando lo del Arte de Escribir sin Arte, aunque quzás no aporte demasiado a un debate que, según mi modesta opinión (a ver si ahora el filológo no va a poder competir como Crítico con esta nueva y brillante hornada que me ha sorprendido) alcanzó su cima cuando el culteranismo gongorino y el quevediano conceptismo se disparaban sonetos a cada cual más extraordinario, representando los dos extremos de una balanza admirable, pues ambos se dibujan desde la inquietud técnica que implica el arte, oponiéndose a la vez sobre qué debe tener más peso, fondo o forma, la belleza oscurantista de la perfección formal, o el generoso ingenio de la multiplicidad de significados.

Claro que el Sr. Volti argumentará que menudo ejemplo, Góngora y Quevedo, tan oscuros sonatistas uno como el otro, escritores de un formalista y pasado Barroco de oro... Muy pasado, sí señor, y tanto! Tanto como para sólo servir como pesadilla a nuestros estudiantes de secundaria... Pues bien, quizás le sirva este otro ejemplo.

Sin duda no le será ajena la obra del poeta de Moguer, Don Juan Ramón Jiménez. Es un ejemplo perfecto de esa búsqueda, acerca del Arte... Juan Ramón viaja desde sus inicios modernistas...

¡ Qué triste estoy sin mi! Aquel ramo de rosas
que fue mi corazón, ¿por qué se ha deshojado?
¡Poeta melancólico, amigo de las diosas,
una rama de espinas es lo que te ha quedado!

hasta lo que se ha venido a nombrar como "poesía pura", donde lejos de rimas o piruetas formales, el poeta descubre una nueva realidad tras la que se percibe por los sentidos, donde se clama por el uso de una "palabra nueva", el "nombre exacto" de las cosas. En este sentido, el nombre exacto es auténtica creación del yo como conciencia al mismo tiempo que auténtica creación de la verdadera realidad de las cosas.

Intelijencia, dame
el nombre esacto de las cosas!
Que mi palabra sea la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡Inteligencia, dame
el nombre esacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!

Parece mentira que ambos textos hayan nacido de la misma pluma. Pero así es, aunque quizás estemos hablando de uno de los mejores poetas de la historia, cuyo arte precisamente consiste en encontrar el lenguaje puro, como auténtica prueba de su propia existencia, de la existencia de las cosas. Él sobrepasa de largo la que fuera novísima concepción modernista, donde el arte había dejado de imitar a la vida para ser esta la que imitara el arte...

Sin embargo, quiero seguir profundizando en las reflexiones de nuestro Volti. A pesar de su (im?) perdonable errata "la forma contra el fondo o el fondo contra la forma" (ay amigo! en estos artículos hay que revisar antes de publicar!) y además de ir parafraseando continuamente a lo largo del "post" al tal Javier Cercas (solo vi la película de su novela, otra historia tostón recuperada de la interminable Guerra Civil) he de decir que expone un par de ideas cuando menos interesantes por provocadoras. No quiere decir esto, sin embargo, que yo esté de acuerdo con sus postulados sobre el "estilo verdadero" y la "ausencia de estilo", de ninguna manera, pero sí me divierten enormemente sus esfuerzos por apoyarse en alguna que otra referencia bibliográfica y en un "casual" descubrimiento para hablarnos de esas ideas que yo, repito, considero interesantes. Adelante pues, amigo, déjate de preámbulos y termina algo de una vez por todas...

Pero antes me gustaría, si no os importa, ahondar algo más en el asunto. Entiendo que un piltrafilla de prolífica pluma como el Sr. Alaiz, periodista y nada más que periodista, considerara los Episodios Nacionales del Sr. Baroja como la mejor obra de todos los tiempos... Lo entiendo, ya que a un querido amigo mío periodista también, le ocurría exactamente lo mismo pero en otra época, evidentemente. En efecto, hace muchos años ya, le entregué una copia de uno mis manuscritos (un bodrio de cuentecillo lleno de alusiones autobiográficas reflejadas en una alegoría de corte medieval, con princesas, dragones y todo...) y me lo devolvió afirmando que la idea era buena, pero que el estilo se podía "depurar". Y en esto me entregó una copia de su libro de cabecera "In Cold Blood" (A Sangre Fría) Desde luego Capote da un paso más que Baroja (añado que al Sr. Pío no lo soporta ni su puñetero padre) pero lo hace en la misma dirección, quedándose en eso de la "ausencia de estilo" al mismo borde del abismo. Es la hipócrita meta de todos los periodistas, la perfecta neutralidad, la ausencia total de ningún rasgo formal que pueda desenfocar el retrato perfecto de la realidad. En fin, un perfecto documental de palabras, la creación de un nuevo género...

Porque en el caso de Truman y "A Sangre Fría", Sr. Volti, "la ausencia de estilo" es lo que tiene que ser, un estilo más, llamemosle "periodismo literario"... ¿Y a la ausencia de estilo de Juan Ramón Jiménez cómo la llamaremos? ¿Y son estos por tanto, el "estilo verdadero"? ¿Qué hacemos pues con el resto de la biblioteca? ¿ Qué haremos con el localista Lorca, con Faulkner, Flaubert, Valle-Inclán o Marlowe ? ¿Los ponemos en el estante de "LIBROS DE ESTILO FALSO, ESCRITOS CON DEMASIADO ARTE"...?

No se ofenda, pero es mejor que no intentemos teorizar a la ligera, no sea que nos vayamos pillando los dedos con cada libro que abrimos y cerramos.

En cuanto a lo que Volti afirma acerca de la responsabilidad del lector en cada obra, y de los de "nuestra propia historia en cada libro" podría comentarle algo acerca de dramaturgos enrevesados como Shakespeare o David Mamet, sobre la capacidad de sus obras para plantear las mismas opciones al lector, que ha de moverse paralelamente a las opciones de sus personajes.... Pero no lo haré en esta entrada, no quiero extenderme.

El otro día el Sr. Volti criticó abiertamente y en voz muy alta mi Ocaso de la PAK. No le culpo, pues nunca me consideré ni Príncipe de la Palabra ni un gran creador de historias (él lo sabe) pero no llego a comprender que quiere decir cuando me reprochan (el y porrito) que no digo nada. Dije lo que tenía que decir, quizás en un registro que alimentara la sensación de locuacidad, pero nunca buscando la oscuridad en la expresión o la simple recreación de la forma. Quizás no leyeran con atención, pero no hice sino plasmar, con mayor o menor éxito, algunos de mis pensamientos... Como han hecho otros muchos, escribiendo con más o menos arte....

" No es que pueda vivir, es que quiero. Es que yo quiero. La vieja carne al fin, por vieja que sea. Porque si la memoria existiera fuera de la carne no sería memoria porque no sabría de qué se acuerda y así cuando ella dejó de ser, la mitad de la memoria dejó de ser y si yo dejara de ser todo el recuerdo dejaría de ser. Sí, pensó. Entre la pena y la nada elijo la pena. "

Las Palmeras Salvajes (W. Faulkner Premio Nobel 1949)

viernes, 23 de febrero de 2007

¿Queréis un post?

Somos probabilidad
Dado todo elemento del universo conocido, y el tiempo suficiente, nuestra existencia es inevitable. No es más misteriosa que los árboles o los tiburones. Somos una probabilidad matemática, y eso es todo.

Pues bien, matemáticamente existe alguna posibilidad de que yo escriba algún día el post prometido hace tiempo 'el arte de escribir sin arte', aunque también es posible que nunca lo haga, con lo cual merecería un castigo acorde a mi delito, dejémoslo en delito.
Os cuento: como me acojona la cantidad de información que he recopilado, he optado por realizar un post para anunciar EL POST, así que si tras leer esto inundáis el blog de comentarios rogando su redacción lo tendréis en breve, si no, al menos habréis leído la historia de lo que al Volti le hubiese gustado escribir (que por otra parte es lo que normalmente hacéis, pues nunca escribo lo que cuento que escribiré).
Esta es la historia:
Un artículo de Javier Cercas en EPS titulado 'obviamente' Arte de escribir sin arte me descubre la figura de Felipe Alaiz, autor de un opúsculo de igual título, en el que según Cercas hace una gran defensa del fondo frente a la forma en literatura. Como es tema frecuente de conversación con Pedantín, decido escribir una entrada utilizando alguna de las magníficas verdades que Alaiz defiende, para atacar con buenos argumentos a la defensa encarnizada que de la forma literaria hace Pedantín. Pero como el Volti es el Volti y la cabra tira al monte, en lugar de escribirlo y punto, pues me intereso por Felipe Alaiz y ¿qué me encuentro? pues al mejor escritor anarquista, a un periodista libertario que empieza en el Sol, que dirige Tierra y Libertad o Solidaridad Obrera, que sufre una vida de hambre, derrota, exilio y termina cayendo en el olvido. Así que empiezo a leer en lugar de escribir, y me doy cuenta que en realidad Javier Cercas ya me lo había contado todo, que era un resumen estupendo y que lo único que me había ocultado era lo que me hizo desinteresarme por Alaiz: era gran amigo y admirador de Baroja y feroz crítico y máximo ridiculizador de Valle-Inclán. Yo creo, a pesar de que esta opinión hace sufrir a mi señora (que ruge entre aspavientos y con toda la razón del mundo: 'no tienes ni puta idea, si ni siquiera los has leido') que ambos son un coñazo, que mucha forma, que mucho Madrid del XIX, que mucho retrato de una sociedad y mucha leche con calostros, pero que de fondo flojitos (no los he leído, lo prometo, sabéis que soy un ácrata), y que si, el que me encandila con el fondo, babea con Baroja, a tomar por culo.
Pero, casualidades de la vida, en el mismo artículo, Cercas, citando a Hannah Arendt (?) habla de Kafka como el escritor menos prescindible del siglo XX, afirmando "lo único que atrae y seduce al lector en la obra de Kafka es la verdad misma, a la que llega con su perfección sin estilo, puesto que todo estilo distrae de la verdad por su propio atractivo". ¿Cuál es la casualidad? pues que, leyendo a Antonio Martínez Ron en su Guía para perplejos descubro las tesis de Sánchez Trujillo acerca de Kafka, que inesperadamente logran convencerme de que el 'escritor menos prescindible del siglo XX' pasó su vida reescribiendo (principalmente) Crimen y Castigo de Dostoievski. El escritor de 'la verdad misma' recurre a estructuras ya creadas para, mediante un juego de espejos, contarnos su propia verdad tal y como ya había sido contada.
No os lo creéis ¿verdad?
Pues si escribo el post llegaréis a la convicción de que la única responsabilidad que tenemos los lectores es la búsqueda de nuestra historia dentro de cada libro. La forma es artificio que alimenta nuestro esnobismo a la hora de decidir lo que merece gustarnos. El estilo verdadero es la ausencia de estilo. Son los libros los que deben hablar como los hombres, y quizás todos los hombres tenemos la misma historia que contar. Llevamos toda la vida leyendo el mismo libro, o viviendo la misma vida. O no.

martes, 13 de febrero de 2007

Miedo me da

Con cariño para Pedantín

Miedo me da cuando veo de venir a ciertos individuos enarbolando la bandera de la coherencia. Y no es que me disguste esa palabra, no. Que yo mismo soy orgulloso co-fundador de la Plataforma Pro Koherencia, dedicada al escarmiento de futuros maridos, y esposas, que un buen día decidieron echar al fuego sus principios a cambio de un viaje, una juerga o un sí quiero.

No sé porqué, pero en ocasiones tengo la sensación de que aquellos que en su discurso recurren permanente y sistemáticamente a ciertas palabras, tienen a su vez mucho que esconder al respecto. Como si, gritándolo más alto, quisieran borrar toda duda sobre su integridad.

Y es que uno, que ya es perro viejo, o viejillo, los ve de venir. Y me entran unas ganas de mandarlos a tomar por culo........ Sí, sí, y sin pruebas ni ná: ¡AA TOMAR POR CULO!
Según llegan y empiezan: bla, bla, bla, sinceridad.... bla, bla, bla, democracia... bla, bla, bla, libertad... bla, bla, bla, solidaridad... bla, bla bla, coherencia... ¡Pumba! Una buena patada en el trasero, y vete con la monserga a otro lado.

Que a mí tampoco es que me importe demasiado. Que a lo mejor es una tendencia mía natural ante la vista de un culo en pompa. Que me enciendo... Y que... si puedo, lo mando tres pueblos más pallá de un puntapié.


Y ahora que he leído lo escrito; pos... que veo que me he puesto un poco grosero; y tampoco era mi intención. A lo mejor lo que me pasa es que yo también tengo algo que ocultar ¿No será que lo de la coherencia es solo una excusa para decir algo más?


Pues quizás sí. Aunque no reniego de mi argumento sobre los enmascarados enarboladores de banderas. De hecho creo firmemente en él. E invito a mi pedante amigo (causante de este momento de soez cabreo) a rebuscar en sus adentros a ver si no tendrá él algo por ahí de lo que reírse. Y sin necesidad de atacar mis miserias; la cuales, si la tecnología hubiese funcionado correctamente, habrían quedado grabadas para la posteridad, para mi vergüenza y vuestra mofa.


Sin embargo, y ya que estamos: Debo ser sincero. Sea dicha la verdad: Lo que no termino de asumir, y es lo que me tiene con los huevos en carne viva (perdón otra vez, pero se me va de madre). Es que un pajarillo pedante y floreado me tome por el saco de las hostias con el único objeto de mirarse al ombligo y, con los tres pelillos que de allí remanecen, disfrutar haciendo lingüísticos tirabuzones hasta creerse que aquello es la blanca crin de un blanco corcel sobre el que galopa.

A vos, Príncipe de la Palabra, os digo: Que por mucho tirabuzón, requiebro o adorno que le pongas, eso de ahí no es más que tu puto ombligo. Y los tres pelajos, con un poco de cera se quitan.