jueves, 29 de mayo de 2008

Quejas y Amenazas, Buenas Noticias, Avances Jurídicos, Demagogia, Democracia, Cócteles Molotov y Paradojas.


Cerca de mi casa hay una pintada: “¿Porqué se dejará gobernar la gente?” Leerla me obligó a pensar en la respuesta, mientras tanto un señor mayor bajo un paraguas cochambroso se quejaba a amargamente “…y tol día, y toa la noche… ¡y tool día, y tóoa la noche!”. Lamentaba con cara de hastío las 20 horas de incesante lluvia que al fin llegaba tras tanto rezorio y súplica en pro del agua robada por el cambio climático. A su lado una gorda mujer con su hijo gordo de la mano amenazaba a otra señora con otro hijo, éste tan solo un pelín más ligero: “¡que como tu hijo le diga más veces gordo al mío le denuncio! ¡y que sepas que a la quinta denuncia te echan al niño del colegio!” Y digo yo: ¿dónde habrá quedado eso de “Mira nene: si te dicen cuatro ojos, te quitas las gafas y le das una buena guantá al que te lo haya dicho”?


Buena noticia: En Brasil se acaba de descubrir un yacimiento petrolífero gigante. Inmediatamente las acciones de Repsol en Madrid se han disparado. Muchos accionistas ya hoy son un poco más ricos. Los brasileños siguen, también hoy, con la misma necesidad que ayer… ¿buena noticia?

Avances jurídicos: Debemos terminar con la violencia machista ¡Que lo haga el Estado! Que yo bastante tengo con lo mío! Pues el Estado lo hace así: Hoy en día una agresión cometida por una mujer contra un hombre tiene 3 meses de arresto mientras que si es al contrario, siendo exactamente la misma agresión, la pena es de cinco años de cárcel ¿avances en igualdad?

Demagogia: Hay muchos abogados que, en trámites de separación, recomiendan a sus defendidas que denuncien agresiones falsas de sus futuros ex. La denuncia automáticamente aporta cuantiosos beneficios económicos y de custodia sobre los hijos. Hasta la Inquisición preveía fuertes penas contra las denuncias falsas.

Democracia y libertad: En su nombre se cierran periódicos, partidos, editoriales, escuelas, asociaciones y bares ¿tanto miedo hay a lo que puedan decir o enseñar? ¿no hay ya delitos concretos definidos con los que enjuiciar las personas y sus actuaciones?

Cóctel molotov (receta): Un crimen horrible + Cuatro programas de “actualidad” + La Justicia en la picota + La audiencia dicta sentencia + Linchamientos de familiares = La jauría humana.

Paradojas: El 90% de la gente con la que hablo está convencido de que los políticos les engañan, de que PP, PSOE, PNV, CIU, etc. son el mismo perro con distinto collar. El 78% de los españoles les votaron en las últimas elecciones para que les gobernaran.



Si tanto nos gusta que otros nos solucionen nuestros problemas sin mojarnos. Si las buenas noticias y el desarrollo económico, lo son sólo para los que no los necesitan. Si le dejamos al Estado que limpie con su escoba de púas de acero mi figurita de porcelana. Si propiciamos la presunción de culpabilidad creyéndonos a salvo refugiados en nuestras mayorías. Si la democracia es sólo escuchar las ideas propias. Si la Justicia está en manos de audiencias con minúscula. Y si después de todo ello, le pedimos al que me miente que lo siga haciendo ¿No será que yo también soy un mentiroso? ¿no será que como en mi casa no falta agua, hablar con los profesores de mis hijos es un coñazo, mis acciones también han subido, me va bien con mi mujer, no comparto las ideas prohibidas y no lincho a nadie… simplemente debo sentirme agradecido porque me vaya mejor que a otros?

lunes, 12 de mayo de 2008

A cada cerdo...


—Se me ha puesto más tiesa que la bufanda de Facundo —atinó a decir al verlas aparecer sobre la cuesta empedrada. Un gran alboroto recorrió el bar del Diablo, desde el ventanal en que se encontraba hasta la chimenea del fondo. Sonoras carcajadas y alguna tos convulsa, de mosto atravesado en el gaznate, acompañaron a varios hombres a su lado. —Benditos sudores de noviembre —dijo el Bobas con esa mirada suya turbia y venosa taladrando el cristal que comenzaba a empañarse levemente por efecto de sus alientos a vino joven, recién pisado. El grupo de mujeres entró en el Paseo, llevaban las faldas remangadas y algunas habían desabotonado sus blusas hasta el punto exacto en el que podía adivinarse el nacimiento de sus senos. Al pasar frente a ellos bajaron, coquetas, la mirada, ocultando al mismo tiempo sus escotes con manos trabajadoras. —¡Borrega! —gritó Frascuelo al tiempo que abría la puerta—, ¡Hasta los andares te comía! —añadió sin importarle que su hermana formara parte del grupo. Una bocanada de aire helado hizo temblar la lumbre, y cada cual volvió a su vaso como si no hubiera visto los sabañones o las narices enrojecidas y moqueantes.
—Ésta ya no apaña más castañas —le había dicho Rosario un día como hoy, hace un año. Poco después hizo las maletas. En realidad ya solo la extraña en momentos así, cuando ve una buena hembra. Para aliviarse tiene el Cayoco, aunque allí solo hay extranjeras famélicas que saben a potingue. Rosario olía a campo y le dejaba un regusto salado, de potranca brava y sudorosa. No quiere darle más vueltas, ella no regresará para la matanza y el guarro pesa ya veinte arrobas, así que tendrá que avisar a Facundo. Si no lo hubiera capado para el engorde lo dejaba de verraco. Le hace compañía y limpiar la cochiquera ocupa algunas horas de domingo y se ahorra varios mostos. Pero no, ya ha comprometido los jamones para el dueño de las papas, y lo que sobre se lo ha apalabrado al Diablo, que total es mucho guarro para él solo. Si las castañas no estuvieran a dos duros se desdecía, pero le hace falta vender, por mucho que el guarro lo mire y parezca que le entiende.
—Si escucha lo de la bufanda te saca las tripas —comentó alguien, rompiendo su ensimismamiento.
—Aquí hay un hombre, esperando —respondió desafiante.
El día en que faltó su padre Facundo movió la linde, dejando en su finca lo mejor del castañar, los árboles más grandes, pegados al arroyo. Después de darle tierra y rezar un padrenuestro Jacinto subió a devolver cada mojón a su lugar, decidido a proteger sus propiedades, a pesar de que el dolor y la juventud le atenazaban. Facundo se presentó con el alcalde y un Civil pagado del destacamento de Aracena. —Jacintín, Jacintín —le dijo— ya estás poniendo eso en su sitio. Y le metió dos hostias. Quince años después aún le llama Jacintín, y Cebón, por sus kilos, cuando no está delante. Jacinto remete instintivamente los bajos de su camisa y prende un cigarrillo —Otro mosto, Diablo —exige mientras observa sus uñas renegridas por el trabajo de la mañana.
Facundo se ajusta bien la bufanda antes de abrir. Nunca sale sin ella y solo la cambia, en verano, por un ajado pañuelo. Ha pinchado en la yugular a tantos marranos que necesita protegerse el cuello. Es su única secuela. Para dormir lo descubre, pero como no soporta su desnudez lo envuelve con una mano, como si estuviera a punto de estrangularse. Quiere dejarlo todo organizado, ya es San Martín, así que quita la tranca y sale. El viento frío le corta la cara, pero no sube la bufanda, tiene el rostro endurecido por seis mil jornadas de intemperie. Busca la acera soleada y acompañado de un tintineo metálico en la talega dirige sus pasos hacia el bar del Diablo.
—A la paz de Dios —saluda— ¿Quién va a ser el primero? —pregunta mostrando el gancho y los cuchillos recién afilados.
—Éste —se adelanta decidido Jacinto.
—¡Hombre, Jacintín! ¿Qué ha pasado para que todo un hombre necesite este año matarife? —pregunta Facundo— ¡Ah! Que se te fue la Rosario, no me acordaba ¿No quieres que se te cuaje la morcilla, no? —añade con sorna.
—Para, que me caliento —responde Jacinto acariciando la navaja de su bolsillo— ¿Piensas venir?
—Mañana a las siete, y a ti te cuesta el doble. Lo tomas o lo dejas.
Jacinto aprieta los puños para que no se note el temblor de sus manos y mira al tabernero buscando su aprobación. Diablo asiente, mostrando su intención de pagar bien la chacina sobrante.
—Lo tomo —responde.
Desde la puerta alcanza a escuchar cómo Facundo organiza los turnos:
—Vale, mañana a casa del Capón a matar a un guarro cebón —le oye decir—, ¡Ah, no, que es al contrario! —añade divertido— que no quiero yo decir que se le fuera la mujer por falta de hombre ¿A quién apunto para pasado mañana?
No alcanza a escuchar la respuesta, sólo las carcajadas que siguen resonando en sus oídos cuando entra en la pocilga. Pensaba retirar los purines y reservar el estiércol para las papas, pero se le acabaron las ganas. Se sienta sobre la mierda y enciende otro cigarrillo, chupando antes la punta para darle humedad, sin tomar la precaución de sacudirse primero las manos.
—Mañana al infierno —le dice al guarro, que se tumba a su lado como un perro faldero.
La noche comienza a filtrarse entre los tablones mientras Jacinto, absorto y con la mano en la entrepierna, rememora cada noche junto a Rosario. Quizá unos minutos exhaustos cada diez días, sexo deslavazado, veloz, enfrentando la propia desesperación a la ajena desidia. Revive su marcha mientras aprieta inconscientemente sus testículos y recuerda el corte preciso, casi indoloro, por el que extrajo los del marrano cuando aún era lechón. El frío le atenaza, pero la cadencia del ronquido animal del condenado le sume en un sopor invencible.
El canto de un gallo vecino desvela a Jacinto un amanecer brumoso. El cuerpo húmedo y dolorido reacciona al contacto del agua del abrevadero. Mientras retira los restos de excrementos adheridos a la piel se palpa buscando una tara, algún miembro del cuerpo mordido por el marrano. De niño oyó contar cómo al patrón de su abuelo lo habían devorado los cerdos tras dormirse borracho en la pocilga. No encuentra nada, sorprendido de su docilidad le rasca la carrillera y sale a buscar la botella de anís. Antes de que llegue el matarife ya la ha mediado.
Facundo entra bravo, ensuciando el piso con sus botas embarradas. No tienen nada que decirse, así que terminan la botella en silencio, observándose con recelo. Aún no ha abierto el día cuando se levanta y le dice:
—A ver ese guarro.
Entran en la cochiquera y el marrano se acerca confiado a Jacinto.
—Bien cebado, como el amo —dice desafiante y patea al animal en el morro por el gusto de vislumbrar cuán fuerte será capaz de gruñir cuando le aplique el gancho a la papada.
— ¡Prepara de una puta vez! —exclama furioso Jacinto.
El matarife le da la espalda y lentamente coloca sobre la mesa el gancho y los cuchillos. Se ajusta la bufanda, confiado, mientras valora si todo está en su lugar: herramienta, balde, soplete, picadora,…
Jacinto también ha matado decenas de veces, sabe cómo debe proceder. Ha calculado la distancia y pensado cada movimiento para ser eficaz, con objeto de agarrarlo a la primera y evitar la lucha. Con un giro de muñeca clava el gancho y tira. No chilla mucho, debe haber pinchado bajo, sólo un gruñido sordo, ahogado. Ante la falta de ayuda lo hace caer sin subirlo a la mesa. Con el brazo libre arrastra el balde a su lado, lo pone bajo el cuello y alcanza el cuchillo. Antes de apuntar a la yugular observa sus ojos rendidos, el inútil pataleo, el silencioso reproche de a quien la muerte cogió desprevenido. Apuñala certero y mientras, el puño en el balde, remueve la sangre que cae para evitar que cuaje, observa al guarro hocicando satisfecho sobre la bufanda ensangrentada de Facundo. Ambos se miran estremecidos, pensando, tal vez, que va a ser poca morcilla para veinte arrobas de marrano.

viernes, 2 de mayo de 2008

Mi teoría sobre las bodas (o solicitud de ingreso en la PPK)

Para quienes no me conozcan, aclararé que hace casi dos años me casé, por lo civil, con la mujer a la que amaba y sigo amando.

Fue un papeleo muy bonito: fuimos en moto, en vaqueros y camiseta, a ver al Juez, sin más testigos que los legalmente necesarios.

A la salida cogimos la moto y nos fuimos (desde Sevilla, donde vivimos) a Granada, a pasar unos días por la capital, la Alpujarra y la Costa Tropical, disfrutando del permiso que te dan en los trabajos cuando cambias de estado civil.

Creo que el hecho de no haber celebrado la boda (y por celebración entiendo convite, disfraces, el atraco de los regalos…) me da derecho a pertenecer a la PPK: Plataforma Pro Koherencia.


En cierto modo, casándome pero sin convite utilicé a mis familiares y amigos como conejillos de Indias para poner a prueba mi teoría sobre las bodas, que así goza de constatación empírica y valor científico.

He aquí mi reflexión.


Para no celebrar nuestra boda, mi mujer y yo tuvimos en cuenta varios factores: que nuestras familias no se conocían (ni falta que hacía), que odio las bodas, que me parecen una catetada y un aburrimiento…

Sin embargo, uno de los motivos que más he criticado siempre es el negocio que suponen las bodas. La gente monta esos tinglados horrorosos (convite, vestido, flores, orquesta, barra libre...) por puro interés económico. Para mí es el mercadeo del amor, puro mercantilismo. Se trata de recuperar con los regalos de la gente el dinero invertido y lo que sobre son beneficios (si encima te ayudan los padres con el convite, como suele ocurrir en las familias pudientes, entonces todo lo recaudado son beneficios limpios y así la gente se monta la cocina, el salón, el pedazo de viaje a las Bahamas, etc.). Antes era más disimulado porque regalabas un objeto que luego veías en casa de los novios, pero luego llegó El Corte Inglés y ya el regalo era el dinero equivalente, porque los novios lo podían cambiar por cualquier otra cosa. Y ahora es que la gente pide directamente dinero y he llegado a ver incluso los 20 dígitos de un número de cuenta bancaria impresos en la invitación de boda. ¡Vaya cutrerío!

Yo siempre he odiado el atraco que supone que te inviten a una boda. Haces el regalo por compromiso y, para no quedar mal, si no puedes ir también haces el regalo, simplemente porque te han invitado (y ellos encantados porque encima se ahorran el cubierto).

¿Adónde quiero llegar? A que mi teoría de que es un atraco y la gente sólo regala por compromiso se ha confirmado a raíz de mi boda. Cualquiera que me conozca sabe que si no he celebrado la boda no es porque no le dé importancia al matrimonio (si no, no me habría casado) sino porque odio ese tipo de celebraciones.

La gente no regala dinero o lo que sea a los novios porque les tenga cariño, porque se alegre de su unión, porque les quiera ayudar voluntaria, libre y altruistamente. La gente regala porque tiene el compromiso de regalar. Punto.

En el caso de la familia de mi mujer, aunque no les ha hecho del todo gracia el que no celebremos la boda, han sido muy respetuosos con nuestro deseo de hacer las cosas así, y tanto sus padres como sus hermanos nos han hecho regalos generosos con la misma normalidad que en bodas anteriores de otras hermanas suyas (todas ellas celebradas a la manera clásica). Es una familia muy bien avenida y no han querido discriminar a su hermana e hija por el hecho de que ésta no se haya querido prestar a un juego con el que no está de acuerdo.

Mi hermana, en cambio, es la mayor confirmación de mi teoría. Lo que le dijo a mi padre al saber la noticia de mi boda fue: "vaya, yo que pensaba haberle hecho un regalo...". Con esa frase queda retratada. Bueno, retratada está desde hace mucho. Si ella se alegra como hermana de que yo me case, lo celebre o no, podía hacer el regalo igualmente. Si no lo hace es porque no le da la gana, porque la no celebración le da la excusa perfecta para no gastarse un dinero que en el caso contrario se habría visto en el compromiso ineludible de regalar.

Y de mis amigos puedo decir exactamente lo mismo. Todos se hacen regalos de boda y me consta que algunos son muy generosos y van mucho más allá de lo que marca el mínimo legal. Ellos estaban avisados con tiempo de cómo y cuándo íbamos a hacerlo. Simplemente les oculté el sitio y hora exactos para ahorrarme sorpresas desagradables de última hora. Alguno ha preguntado: "¿se te puede hacer regalo?" y, lógicamente, mi respuesta ha sido que no. Pero, en realidad, ¿a quién le hace daño un regalo? Me recuerda a una tía que me reprochaba preguntas como "¿te puedo comer el c...?"; su respuesta era: “eso no se pregunta, eso se hace”. El que ha preguntado si yo aceptaba regalo es que lo preguntaba por compromiso, para quedar bien. Eximido de esa obligación por mi respuesta, se queda muy tranquilito y dinero que se ahorra. El que me conozca debe saber que si alguien me hace un regalo de forma espontánea, sin pedir permiso ni preguntar, yo no puedo ofenderme.

Pero, ojo, no es que me sienta decepcionado por las personas que no me han regalado nada. Pienso que algunos de ellos no lo han hecho porque creen que mi deseo es no aprovecharme, como todo el mundo, de la coyuntura de casarme. Y creen bien. Por supuesto, los que me repatean son los que han preguntado lo del regalo y mi hermana, por el comentario que hizo. En cuanto a los que no han dicho ni mu, no tengo nada en contra de ellos.

Simplemente quería compartir mi teoría, que se ha visto confirmada por los hechos, de que la gente (salvo vínculos muy estrechos que sólo se tienen con dos o tres personas en la vida) no opera movida por una generosidad espontánea innata, sino por puro compromiso. Y esto hace que me alegre mucho más de no haber celebrado mi boda porque veo con claridad que si lo hubiera hecho mi casa estaría llena de objetos (o mi cuenta corriente de ingresos) manchados por la hipocresía de gente que no es que hubieran tenido un detalle bonito conmigo sino que se habrían visto, contra su voluntad, en la obligación moral de quedar bien porque no les quedaba, debido a los usos sociales, otra alternativa.

Así que si queréis regalar algo a alguien porque os sale de los cojones, hacedlo ya, sin fecha señalada ni excusa alguna. A la sorpresa del destinatario se unirá vuestra íntima satisfacción.

A mí cualquier día me denuncian por matrimonio de conveniencia: cuando inscribí a mi hija en el Registro Civil no sabía ni nuestra fecha de matrimonio ni la fecha de nacimiento de mi mujer.

¡Bastantes ataduras tiene esta vida como para tener compromisos con la gente a la que queremos!, digo yo.