lunes, 4 de junio de 2007

Vuelta a nunca fue

Piturda!
Borrega!
Cabrón!
Tus muertos!

Al cabo de estos gritos termino por despertarme… Ya está bien entrada la mañana y los rayos de sol toman forma a través de la persiana gracias al polvo en suspensión que envilece el aire del apartamento… Empieza a apretar el calor, y uno no sabe muy bien si es mejor abrir el balcón o permanecer a salvo junto a la multitudinaria colonia de ácaros que dormitan a la sombra colgados en las cortinas amarillentas.

Atisbo el ajetreo de la calle tras los visillos. Un carrito de cuadros estampados que rebosa verdes lechugas, bolsas de tela con hornazos y hochíos de la Tahona, niños que discuten con la abuela del carrito, quien ha estropeado una magnifica tirada de trompo… Más allá otros niños cuchichean y analizan la pendiente de la calle, a la manera de los golfistas, para ejecutar con precisión su próximo turno con la chapa de Marino Lejarreta o Pello Ruiz Cabestany. Al final de la cuesta se oye un profundo y agudísimo silbido… Tirurií…tirurií… En efecto, viene cantando el afilador de cuchillos.

Me enfundo el chándal con rodilleras y mis botines de J’Hayber. Doy un beso a mi madre, y, para cuando me doy cuenta que no me he limpiado el bigotillo del Cola Cao, ella ya está jurando en hebreo, y advirtiéndome no llegar tarde a comer, que hoy ha hecho pipirrana y bla bla bla…pero yo ya estoy en las escaleras, saltando peldaños de tres en tres y enfilando la cuesta abajo, palpándome en el bolsillo una moneda de cinco duros. Guiño los ojos al doblar la esquina. El sol de Junio se delata. Sonrío mientras empiezo a saborear mi primer día de vacaciones.

Yo tengo amigos en la escuela, papá siempre decía que había que tener muchos amigos, aunque mamá siempre afirma que todo depende del tipo de amigos, que no todas la compañías son tan buenas… Pero yo no los iba a echar de menos. Quizás sólo al Pelijas, aunque no le gustara a mi madre… Sin embargo ahora no me procupa demasiado. Las calles son un atractivo batiburrillo de ruido y olores, y a buen seguro que la pandilla del Callejón se irá agrupando esta semana, a poco que se empiecen a escuchar los primeros balonazos en las persianas metálicas de las cocheras de la plaza. Entonces compraremos petardos del pájaro loco para reventar mierdas en los coches, nos colaremos en la casa abandonada y jugaremos a bote y al pinchiqui.



El paseo de las bicicletas es un hervidero de abuelos con sus nietos, de bolsas de gusanitos desparramados en el maloliente estanque, donde hoy D. Ceferino ha contado dos patos menos que ayer pero un total de cuatro más que la semana pasada. Al parecer, los patitos de colores que se venden en San Clemente vienen a parar aquí, una vez ha desaparecido el encanto de su infancia y aumentado el volumen de sus excreciones. Asimismo, no faltan los que conocen las bonanzas del Pato a la Naranja y otras sencillas recetas. Yo me entretengo escupiéndole a las gallinas de Guinea (creo que se llaman así), nunca dejarán de sorprenderme sus lunares.
-Parecen vestidas de faralaes -, mientras unos gitanillos, sin gusanitos con que alimentar a las palomas, afinan la puntería de sus tirachinas con la penúltima ardilla de los pinos del Paseo.




Voy alejándome, pasando a través de los puestos de libros, buscando aquel tbo de Superlópez que tanto me hizo reír y que perdí no sé cómo (bueno, sí que lo sé) aquel verano en Torrenueva… Vuelvo a sonreír, está vez pensando en otra sonrisa, en otros ojos, aquellos que hicieron atontarme tanto como para librarme de uno de mis tesoros… Uf! Menudo sol! Me arden un poco las mejillas...



- ¿Tiene…?- dudo- ¿Me da… chicles de a peseta?
- Me voy a cagar en tu p….

Y salgo disparado que no me alcance aquel bastón… No, claro que no tiene, hace años que venimos aquí a tocarle las narices al del puestecillo con lo de los chicles de a peseta… Aunque yo aún recuerdo aquellos chicles, tan menudos! cubiertos de un polvillo blanquecino. Nada que ver con los cheiw de ahora, o con los boomer. Ya te digo, aunque a mí lo que me gusta de verdad son los caramelos de drácula, y los de cuba-libre. Estoy deseando llegar a la Pilarica y gastarme los cinco duros.


En la acera de Galerías Preciados un tufillo a churros con chocolate casi hace que se me parta el cuello… Hace ya rato de mi frugal desayuno, y tanto paseo me está abriendo el apetito. Me consuela la idea de un buen mendrugo de pan haciendo el submarino en la magnífica fuente de pipirrana (miro instintivamente el reloj de la torre de la Caja de Ahorros) y me acerco a mirar las suculentas morcillas que cuelgan siempre en los Supermercados Pérez. Recuerdo muchas tardes de otoño acudiendo a aquel mostrador, junto a mi madre, y comprar una o dos morcillas de cebolla, cuerdecita roja, bien picantes. Antes, igual que hoy, habíamos pasado Carrera abajo por Telas Javier. Aquello sí que era excitante, acariciar con la mano los rodillos de tela, algodón, lino, terciopelos burdeos, satenes, sedas de colores, brocados, gasas, tules y tafetán; unos sobre otros, en un laberinto con infinidad de escondrijos, inventando aventuras en una Persia imaginaria…

-Hola Jose. –no hay respuesta, aunque sí continuas chupadas al pitillo- Me oyes, calaillas?
- Hola, hola, hola. Me cago, cago en tus muertos. Joputa. Tienes un cigarro?
- No Calaillas. ¿A que tú eras un gran matemático?
- Ehhhh? Claro. Joputa. Ecuaciones sexagesimales, matriz, matriz, trinometría sideral,… la cabeza…Sectores, multiplicación…pum, tieneh un Fortuna?
- No, Jose, lo siento. Un saludo.
- Adiós, adiós, adiós.

Ya huele a flotadores y a colchoneta de lona en Funiales (nunca entendí por qué se escribía FURNIELES, si se llamaba funiales). Yo no voy a comprar un rosco, nada de eso. Tampoco voy a forrar mis libros, que hay mucho tiempo hasta Septiembre y a mí no me gustan las Vacaciones Santillana. Es que le tengo echado el ojo a un cuaderno de apuntes, muy bonito, forrado por fuera por un plástico negro que imita la piel, y con un recambio de hojas de línea simple con márgenes… He decidido escribir cosas, quizás recuerdos bonitos, amables, como una Navidad donde mi Padre cantaba Villancicos picantes, o un Viernes Santo bajo la sombra de un naranjo en la plaza de San Juan, esperando la Salida del Calvario…o quizás un paseo por el Parque y el Paseo de la Estación, pasando por la Plaza las Palmeras hasta la Carrera…

-¿Cuánto vale?-
-¿Perdón? -
-Sí, el cuad… eh?-
-Disculpe señor, qué deseaba…?-
-Nada, nada…-

Y salgo aturdido de aquel sitio, plagado de luces blancas y ropita de niños y embarazadas. Vuelvo a acercarme al escaparate, y veo mi propio reflejo. Nada de chándal ni J’Haybers. Pantalón de pinza, polo rojo y zapatos. No hay moneda de cinco duros en el bolsillo, sino billete de 50 Euros. Miro hacia arriba el cartel de Prenatal. Ni rastro de mi querido Funiales.

Cabizbajo y meditabundo, busco el camino a casa, guardando bajo el brazo un raído cuaderno negro…

2 comentarios:

Volti dijo...

... y jugábamos al fútbol en Zeltia (junto a un sólo edificio de la Universidad de Granada) o en los Prados; y por éstas fechas devorábamos los panecillos que llenaban las calles tras florecer los olmos; y hacíamos turnos para que los del barrio de al lado no nos quitaran la leña que habíamos recogido (y robado a grupos menos organizados) para las lumbres de San Antón, porque el barrio era la patria y los de fuera enemigos; y hacíamos carreras de motoretas; y nos jugábamos la vida en descensos suicidas por alguna de las empinadas cuestas a bordo de finísimos monopatines; y tute y matute y gano seis bolas; y te doy cincuenta mas Rincón por Gordillo; y a los reyes le pido un Casio con calculadora, y si no las botas de tacos; y el domingo al rio con tortilla de papas y filetes empanaos; y tu padre con treinta y dos años, así de mayor.
Treinta y dos cumplo ahora, apátrida y acomodado, y llevaba un día bastante tranquilo instalado en la inconsciencia de lo que ya hemos perdido. Así que: Nene,
¡a la salida te espero!

Porrito dijo...

Excelente. Sensible.

Has conseguido llevarme a nunca fue. No se si me has tocado tanto como a Volti, a quien, claramente, has dejado en pañales, con el moco colgando y salivando a la puerta de la tahona.

Pedantín, me ha gustado mucho, aunque no entiendo demasiado bien cómo has llegado a este nivel de localismo. Supongo que la edad te va haciendo más sensible y prefieres llegar a menos pero llegar más. Me alegro.


Mis veranos siempre transcurrieron a miles de kilómetros de distancia, en el Puente Tablas...