miércoles, 23 de abril de 2008

Recortes de Pasión




No dejo de mirar la previsión meteorológica. Y sabemos que hace falta, mucha falta. Pero no aguantaría un año más, nadie lo haría. ¡Han comprado este año unas telas tan bonitas! Y aunque hayan decidido cambiar las flores del paso de palio (yo no estaba de acuerdo, se lo dije por lo bajinis a Luis Alfredo en la enésima Junta de Gobierno extraordinaria) estaba deseando abrir aquel cuartucho que aún nos prestaban las monjas, y empezar a respirar el polvo de los enseres, farolillos, estandartes, hacheros, portacirios, incensarios, casullas, terciopelos, varas y bastones....

ÚLTIMAS NOTICIAS. No habrá acuerdo para la banda.


Los candidatos a formar la nueva Junta protegidos de la Duquesa afirman que tocará la Antigua Banda de Tambores y Cornetas de la “Coronación” (de espinas, claro.) De no ser así, la Duquesa retirará su propuesta de ampliación de la “Iglesia Sede” y la erección de la segunda torre (retirando igualmente la aportación económica para realizar dicho proyecto, por supuesto). La Sección Juvenil ha contestado agriamente, declarando que de no ser elegida la Agrupación Musical del Buen Suceso, seguramente no podrán sino boicotear el estricto orden de papeletas de sitio de los hermanos de luz, amenazando con desplazarse en la fila durante la propia Estación de Penitencia hasta las inmediaciones del Cristo, quizás antes de que el paso vaya a hacer su entrada en la Carrera Oficial.


Después de escuchar estas declaraciones y ante el osado desafío de los cofrades, el Hermano Mayor del Paso del Congojo, Faustino Narváez, a sus 67 años de edad, sufrió un infarto repentino, teniendo que personarse en la Casa de Hermandad los Servicios de Urgencia, quienes consiguieron reanimarlo después de administrarle severas dosis de palo cortao que, muy a regañadientes eso sí, tuvo a bien ceder el Padre Claret a los del cero sesenta y uno, porque el nada tiene que ver con la Cofradía, que ni eso es religiosidad popular ni nada de nada, sino un enorme ejercicio de soberbia y despilfarro contrario al ideal de pobreza de la Iglesia y bla bla bla.


[...]



Nunca dejará de parecerme enormemente apropiada una expresión que leí en alguna parte (quizás en un antiguo número de Alto Guadalquivir) y que se refería a la calle Millán de Priego como “de rancio sabor jaenero...” , especialmente un Martes Santo por la tarde...

Es un río negro de asfalto entre dos orillas plagadas de expectantes y voluntarios náufragos, un público medieval en el siglo XXI, que hace hora devorando pipas, apurando cigarrillos, levantando la voz, y empujándose para ganar sitio, disfrutando casi más de la espera que de la propia función, la cual está a punto de comenzar.


Los tambores hacen retumbar los acelerados corazones de todos esos bebés en brazos de sus padres, estallando en espantosos llantos, quién sabe si por la Pasión de Jesús, o la Amargura de María, su madre... Hace rato ya que la Cruz de Guía pasó de largo, y ahora la chiquillería se afana por conseguir una estampita del Cristo o de la Virgen, que aunque no muy agraciada (a mi nunca me gustaron las tallas de miriñaque) es la Virgen del barrio, y bien vale su imagen unas monedas de cobre.


A la altura del Pilar del Arrabalejo Jesús vuelve a caerse camino del Gólgota. Y entonces, no sé por qué en ese preciso instante, recuerdo tantos Martes Santo asomado a la ventana para ver esa fila de caperuces de terciopelo rojo, para oler ese batiburrillo de perfumes en el aire, a cera, nicotina, incienso, clavel y extractor de humos, porque en Millán de Priego está el Bar Mosquito, y Calzados Mora, y Bodegas Navarro, y otras reliquias de Barrio que no entienden de ensanches, ni de centros comerciales, ni de marcas, ni de Halloween. Pero sí entienden del pueblo, de su gente, de sus fiestas y su fe, por absurda que parezca a otros hoy; y el dueño cierra sus puertas al paso del Cristo de la Clemencia, para poder presentarle su respeto y su silencio, en una íntima plegaria por los suyos...



Doscientas cincuenta mil pesetas. Ese ha sido el importe que ha tenido que pagar la Buena Muerte para cubrir por primera vez el paso del Cristo de más de doce mil claveles rojos, los cuales han sido cuidadosamente colocados hasta la tarde del Martes Santo, terminando un poco antes de la celebración de Misa Crismal. Este año, sin embargo, el eje de la polémica será el estreno de una serie de enseres de plata y algún estandarte (incluyendo un bordado de oro con un impresionante cordero pascual) que han “aparecido” en unas dependencias recientemente rehabilitadas en el templo catedralicio y que temporalmente ocupa la cofradía, mientras se siguen prolongando las obras de su Casa de Hermandad, sita en la Calle Maestra. Según algunos cronistas de la capital y archivistas pertenecientes al propio Cabildo, no resulta comprensible cómo una cofradía que ya ocupa una Capilla del templo, amén de otras estancias, puede disponer a su antojo de los tesoros artísticos de la Catedral, poniendo en peligro obras de arte de incalculable valor. Otros van más allá, acusando a “esos falangistas” de “expolio y robo”, contando además con “el beneplácito de un Obispado que dispone de los bienes de la Iglesia y la Ciudad para adquirir favores, quién sabe si incluso personales...”


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La plenitud de la luna ya se dibuja oronda en el lienzo negro del cielo de Viernes Santo. Ese magnífico contraste que un día iluminara la huída del pueblo judío, sirve ahora para indicarnos que se ha detenido el tiempo, y que mientras unos comen cordero y amargas hierbas, celebrando la liberación de su pueblo, el nuestro se prepara impaciente y bullicioso para recibir a su libertador en la madrugada más importante del año.


Un año más, quizás faltamos alguno, aunque no llegamos siquiera a recordarlo... Todo está igual, los árboles enrejados, el gitanillo en lo alto de la puntiaguda verja de la Catedral, luces que se apagan y la enorme puerta verde del Perdón que empieza a retorcerse provocando gran agitación en la muchedumbre, previa al delirio... “ Ya sale , ya sale”. Y mientras se organiza ese caos de cíngulos amarillos y negras túnicas, comienzan a resonar en nuestros oídos las notas del Maestro Cebrián, y casi acompasamos moviendo la cabeza al ritmo de la partitura, cuando un empujón nos devuelve a la Plaza Santa María, y nos damos cuenta que la banda sigue dentro del templo y que lo único que se oye es el murmullo de la gente, que cuenta chistes, que encuentra a viejos amigos que hacía años que no veía, que abraza a la persona amada, como cuando se van a ver unos fuegos de artificio, el último día de feria...

“¿Y tú..? ¿A dónde vas a estas horas?” “¿Yo? A ver a Jesús...”

Ahí está Jaén entero, niños y mayores que se hacen niños para esperar a su Abuelo.

Qué noche tan misteriosa cuando Jesús baja el Cantón entre luces amarillas y el lamento de saetas...! Qué enigmática mirada bajo el peso de la cruz...! Qué historia de ángeles que esculpen tallas en unas horas...! Qué estampa su alargada sombra sobre la fachada blanca de la Catedral...

Ahi vá, Jesús, bajo el Arco San Lorenzo, con su cansino paso y su preciosa marcha. Ahí va, Jesús, camino de un calvario que nunca consigue alcanzar...

domingo, 20 de abril de 2008

Una de géneros musicales

Seguramente ya conoceréis mi esfuerzo enciclopédico por compendiar estilos musicales en Las recos de Pano


Como allí, por restricciones del formato, no tengo la libertad que aquí sí de expresar pensamientos aleatorios, voy a usar el privilegio de poder escribir en este blog para hacer un par de reflexiones.



Hip-hop / rap: En general son sinónimos, pero hay un matiz. Rapear es esa forma de cantar hablando, normalmente con un fuerte peso de la rima y del ingenio de los versos. El hip-hop es un estilo de música que casi siempre viene acompañado de un rap, pero no necesariamente. Conozco algunos temas de hip-hop instrumentales, caracterizados por las bases y los scratches, con ausencia total de vocalistas. Por tanto, ni todo el rap sería hip-hop (podríamos hablar de rap siempre que un rapero cante, aunque sea en un tema de jazz o de nu-metal) ni todo el hip-hop es rap (por los mencionados temas instrumentales que entrarían en la primera categoría pero no en la segunda). Al margen de esta sutileza, ambos nombres se pueden usar como sinónimos prácticamente siempre.



Downtempo / ambient: El downtempo se refiere a un ritmo: ritmo lento. El ambient se refiere a un estado de ánimo, una atmósfera. La concomitancia deriva del hecho de que la mayoría de las veces esa atmósfera se obtiene mediante un ritmo lento, en cuyo caso ambos vocablos serían prácticamente sinónimos. Ahora bien, decir que algo tiene un ritmo lento implica reconocer que tiene un determinado tempo. Existe un ambient carente por completo de ritmo (beatless music). En ese caso sería improcedente hablar de downtempo. El ambient está emparentado con el field recording, es decir la captación de sonidos de la naturaleza o de un entorno determinado (una calle bulliciosa, una fábrica) y no necesariamente busca la relajación: hay un subgénero denominado illbient, que se caracteriza por ser un ambient maligno.


Jungle / drum'n'bass: Éstos también son sinónimos. Aun así, quizá el DNB sea simplemente un ritmo a base de un bajo y una batería sincopados, técnica que puede presentarse en cualquier canción de cualquier artista y estilo, mientras que el jungle es una corriente específica, muy underground, que se concreta en una época y lugar determinados. Todo el jungle sería drum'n'bass, pero no todo el drum'n'bass sería jungle. Por ejemplo, el drum'n'bass brasileño, que es bastante bueno, por cierto, no sería jungle.


Thrash-metal / speed-metal: casi siempre se usan indistintamente. Quizá al decir speed-metal estemos destacando más la velocidad de vértigo del punteo de las guitarras y al decir thrash nos refiramos más bien a la contundencia de la batería. Metallica serían más bien speed-metal, con un sonido limpio y Slayer harían un thrash-metal demoledor.





Supongo que todas estas disquisiciones os la pelan, pero ahí lanzo el guante por si alguien quiere entrar al trapo, a favor, en contra o matizando, o bien aporta otras parejas de géneros casi idénticos (a mí, en principio, no se me ocurren más).

martes, 8 de abril de 2008

El cochecito leré

Ayer los Titis estrenaron coche. Como viene al caso, pues de coches trata, os subo una historia antigua, de cuando aún no buscaba un 'delicioso' en las críticas de Pedantín.


Envidia

Martín era un tipo, de esos de nariz afilada y sonrisa permanente, que hacía temblar a sus amigos con sólo mencionar que pensaba estrenar coche.
Quizá nunca había utilizado el mismo más de dos años, debido al placer que le producía enseñar su última compra, —y porque me sobra el dinero, qué cojones— había dicho en numerosas ocasiones, como si tener pasta y ganas de exhibirla fuera una razón de mayor peso que el disfrutar de la conducción más que de cualquier otra cosa en el mundo.
No se conformaba con decir —a que es vacilón—, —va de narices—, o, —consume poquísimo, es un mechero—; sentía la necesidad de enseñar hasta el último detalle, de explicar la utilidad de hasta el más extraviado botoncito, llegaba a aprenderse de memoria la ficha técnica y le sacaba de quicio que su amigo de turno no comprendiese el significado de absurdas siglas como ESP o HDC, o que no conociese cualquier otro modelo de la misma gama con el que pretendía compararlo, en prestaciones, consumo, seguridad,… como si fuese una revista de automóviles el muy cabrón.
Además se empeñaba en probarlo, como si pensara que nadie sería capaz de admirar su compra sin ver el velocímetro con la aguja pegada al doscientos. Así que cada cierto tiempo, cumpliendo con su rutina, entraba con un nuevo acompañante en la autopista y pisaba a fondo el acelerador mientras explicaba el número y situación de los airbag —el muy cenizo. Y el acompañante ocasional siempre igual, con los nudillos blancos por la fuerza con que se agarraba al asiento, como si eso pudiera salvarle en el hipotético caso de que a Martín se le pasara por la cabeza probar en ese momento la seguridad del coche chocando frontalmente a doscientos kilómetros por hora; y sobre todo deseando que terminara la demostración y que se arruinara de una vez para no tener que vivir el mismo suplicio cada año y pico.
Martín llamaba a sus amigos y propiciaba encuentros con las excusas más nimias, con el único objetivo de cumplir con la tradicional demostración del coche nuevo. Cada noche iba tachando mentalmente de su lista a los que ya habían sufrido la charla y la prueba de rigor, y descolgaba nuevamente el teléfono para hablar con cualquiera de los que quedaban pendientes —cuánto tiempo sin vernos, ¿una cervecita y nos ponemos al día?—.
Cuando más disfrutaba era al acabar con la lista de amigos, entonces empezaba con la de conocidos, que entraban más fácilmente en el juego y demostraban mayor entusiasmo, con esa carita de envidia, los pobres.
Enrique pertenecía a esa segunda lista. Hacía mucho tiempo que no se veían, y Martín estaba seguro de que había aceptado su invitación a tomar unas tapas por el mero hecho de no tener que inventar una excusa —era tan apocado. No comprendía cómo hubo un tiempo en que llegó a relacionarse habitualmente con él. Le ponía enfermo charlar con alguien que nunca tenía nada que contar, que era incapaz de decidir lo que quería hacer y que se sonrojaba hasta al pedir la cuenta en una cafetería. Su mujer era diferente, demasiada mujer para Enrique, hermosa, alegre, desenvuelta. Había vivido mucho, incluso había perdido la primera falange del segundo dedo del pie derecho en uno de sus viajes, lo que para Martín le concedía un erotismo muy especial, porque la perdió en la boca de una piraña mientras nadaba en el Amazonas, lo que para él constituía la única forma digna de perder una falange, bueno quizás junto a perderla escalando en el Himalaya, eso sí, sólo en el Himalaya. Mercedes era para él una promesa de aventura, de vida loca, y no podía concebir que compartiera su vida con un tío como Enrique. Así que para él era importante enseñarle su nuevo coche, porque era una forma de decirle ‘aquí estoy yo’, de dejar claro que le gustaba el riesgo, la velocidad, y que un mierda como Enrique nunca podría ser un hombre como él, por mucha mujer que tuviera; —voy a acojonarte, vas a ver lo que es correr—, seguro que pensó.
Enrique, con su permanente cara de atolondrado, tocaba todos los botones con sus pulgares mientras mantenía firmemente sujeto el volante —parece una nave espacial—, decía mientras escuchaba atentamente las explicaciones que Martín le ofrecía desde el exterior de su flamante coche. Martín empezó a modular la voz, haciéndola más grave, cuando llegaba a la parte más espectacular de su demostración. Metió la cabeza por la ventanilla abierta y tecleó en el navegador la dirección de Enrique, mientras decía —ahora esta maravilla nos va a llevar solito a tu casa—. Enrique, incómodo, fijó la vista al frente mientras Martín rodeaba el coche para sentarse junto a él. De improviso, con un rápido movimiento, subió las ventanillas y bloqueó el acceso al coche. Martín, afuera, sonreía con una expresión de sorpresa, como preguntándose — ¿qué hace este loco?—. Una cara de horror borró su sonrisa al ver a través del cristal cómo Enrique, con toda la parsimonia del mundo, se bajaba los pantalones. Se puso en cuclillas, acomodando su espalda en la parte superior del asiento, y apoyando sus rodillas sobre el volante, y sin ninguna prisa, como si estuviera en su casa, cagó abundantemente, una buena cagada con generosa meada incluida. Martín golpeaba el coche desencajado, viendo cómo, sonriente, se subía los pantalones y aprovechaba para salir corriendo por la puerta que le quedaba al otro lado. Mientras era perseguido entre gritos de — ¡hijoputa!, ¡envidioso!— Enrique pensó que nadie sabría nunca que no sólo le había molestado que Martín conociese su nueva dirección, lo que le enfadó de verdad fue adivinar sobre la luna delantera las huellas casi imperceptibles de dos hermosos pies, separados una erótica distancia frente al asiento del acompañante, y sobre todo que el segundo dedo del pie derecho no hubiese dejado su huella. Porque —qué demonios— él quería a Mercedes, y además siempre había sido envidioso.