jueves, 6 de septiembre de 2007

Estrépito y resplandor

Como se sabe, yo soy uno de los trescientos dos supervivientes de Madrid, ciudad que en el momento de la explosión contaba —según el último censo— con 3.324.403 habitantes. Mi foto ha circulado profusamente; no voy a insistir en ello.
Lo que sí me divierte recordar ahora —en que la vida se me apaga por causa de las radiaciones y no tengo otro placer que mis recuerdos— es una anécdota que me sucedió pocos días después de la catástrofe. Lo cuento como cosa pintoresca y en cierto modo cómica, pues es verdad que el humor es una planta extraña que surge hasta en las situaciones más trágicas y catastróficas.
Cuando yo volví en mí estaba en un improvisado hospital que había montado en Vitoria la Cruz Roja Suiza. En la cama de al lado dormitaba un señor cuyo aspecto resultaba un poco extraño por causa de algunos aparatos empleados en su tratamiento, entre los que recuerdo el balón de oxígeno, el manómetro, unas gafas negras —luego supe que había perdido los ojos (no sólo la vista, entiéndase, sino también los órganos visuales)— y la pinza metálica en que terminaba su antebrazo derecho (el brazo izquierdo lo había perdido como consecuencia de la explosión; luego me enteré de que seguía viviendo gracias a un corazón electrónico). En este conjunto, una cosa me hizo gracia; en su boca brillaba un diente de oro. Pero no se trata de eso.
Yo no podía moverme, pues, como se sabe, había perdido los brazos y las piernas; soy una cabeza (completamente calva como consecuencia de la intensa radiación que sufrí) y un tronco, en el que también faltan, no me avergüenza decirlo, los órganos genitales. Así, pues, sin moverme, hice un comentario en voz alta, por si mi vecino quería conversar un poco para distraernos.
—Cuando yo oí el estrépito —dije— estaba en el parque del Oeste leyendo tranquilamente una novela. Era una mañana deliciosa. ¡Quién me iba a decir que se avecinaba una cosa tan horrible!
—¿Qué estrépito? —oí la voz ronca y metálica de mi vecino; evidentemente le habían hecho una traqueotomía o algo parecido (soy profano en la materia), pues la voz salía a través de un orificio de la garganta; luego me enteré de que defecaba por un ano artificial que era una especie de tubo elástico directamente enchufado a una cloaca.
Me extrañaron sus palabras.
—El estrépito de la bomba —dije malhumoradamente—. ¿Qué estrépito va a ser?
Hubo un silencio molesto.
—Yo vivía —dijo él roncamente— en las Ventas del Espíritu Santo.
—¿Qué quiere decir con eso? —le interrogué.
—Era limpiabotas —suspiró, y del agujero de su garganta se escapó, silbante, un leve ronquido.
—¿Y?
—Había ido a los pinos de Canillejas esa mañana cuando, de pronto, me cegó el resplandor —musitó el vecino, cuya desmedrada vitalidad se advertía en el esfuerzo que le costaba dialogar conmigo.
—¿El resplandor? ¿De qué? —le pregunté con cierta insolencia.
—De la bomba —me contestó sin inmutarse, con un chasquido desagradable.
—Se hizo una oscuridad absoluta —le expliqué, paciente— al tiempo que se oía el enorme ruido de la explosión atómica.
—¡Un resplandor enorme —me replicó con ira— y un perfecto silencio! Eso fue lo extraño: que todo empezó a vacilar sin que se oyera ruido alguno.
Creí que se burlaba de mí o que su cerebro también había sido afectado por la bomba.


Esta es, en suma, la pintoresca anécdota. Como se ve, su carácter cómico estriba en que ni mi vecino ni yo, en aquellos momentos, sabíamos que las dimensiones y diferencias de las longitudes de onda (sonora y luminosa) ocasionan ese fenómeno (que —según he sabido después ya fue observado de modo parecido en Hiroshima) de que en los lugares más próximos al lugar en que cae la bomba —en este caso,
fue Torrejón de Ardoz— se percibe un silencioso resplandor, mientras que, a partir de cierto radio, se siente un gran estrépito y caen sobre el mundo las tinieblas.
Nuestra ignorancia produjo esta cómica situación que hoy me he complacido en recordar y que no tuvo peores consecuencias porque ni él ni yo —permítaseme que termine con esta chistosa frase— podíamos, por razón de nuestras mutilaciones, llegar a las manos.

5 comentarios:

Volti dijo...

Ole, ole y ole, incluso olé.

Al final resulta que me gusta aún mas el Porrito fabulador que el analítico y sesudo, y es que el Volti, como la cabra, tira al monte.

Vamos que el tío se está echando el blog a la espalda el solito y encima CREANDO, no como otros, que mucho parloteo y luego nada.

Bueno, que me ha gustado muchísimo, y permitidme señalar que incluso fabulando a Porrito le sale la vena política, la crítica social, la lucha de clases, la preocupación por el medio ambiente y la seguridad ciudadana, vamos que este también tira al monte.

PORRITO PRESIDENTE!

Por cierto, un alivio que el narrador conserve el sentido del humor a pesar de su desgracia, a lo que sin duda ha contribuido el hecho de que perdiera también los genitales. No afirmo esto por el obvio efecto agriador del caracter que debe producir tener un nabo sano y haber perdido las manos, sino por el dañino efecto que hubiera producido en su carácter el hecho de haberlo hecho posar para su conocida foto soportando, firme y sonriente, todo el peso sobre sus cojones, y eso, amigos míos, no hay sentido del humor que lo soporte.

Pedantín dijo...

Brillante. Porrito demuestra que cuando quiere encauzar su pluma lejos del ensayo es capaz de hacerlo, con resultados sorprendentemente depurados.

Por ahí, por ahí...

Por cierto, no diré que no estoy atendiendo a todo lo que se me está viniendo encima por alguna que otra promesa sin cumplir. Simplemente me la suda, ya que si en este Blog un tío miembro fundador de la PPK se casa en nuestras propias narices y lo único que hacemos es darle la bendición y la enhorabuena sin fiesta ni ná, entonces yo, por incumplir infundadas promesas (ERAN DEL TODO DISPARATADAS!!!) debería recibir el Pulitzer de Conlaiglesia.

Además, NOLITE DARE SANCTUM CANIBUS NEQUE MITTATIS MARGARITAS VESTRAS ANTE PORCOS....

Porrito dijo...

Efectivamente, veo que os ha gustado, y esto me alegra y me entristece.
Sabía que os iba a gustar, y por eso lo he metido, para comprobar que seguíais vivos.
Sin duda es un relato muy bien hecho, muy de mi gusto, y veo que de el vuestro también. El formato encaja perfecto para meterlo en el Blog y contribuir a entretenernos un ratillo, que es de lo que se trata. La única pega que tiene es que no os he contado toda la verdad. El relato es de Alfonso Sastre, mi musa ¿o debería decir mi moda? Como lo sería Racionero si Pedantín no me hubiera afanao el libro ), que además de revolucionario, es una de las principales figuras de la dramaturgia española de los últimos tiempos.
Son unos relatillos muy buenos, tengo otros tres que, si os parece bien, los publicaré en el Blog para que también podáis disfrutarlos. Eso sí, esta vez poniendo al verdadero autor. Creo que es una buena idea poner lecturas de este tipo aunque las hayan escrito otros para poder compartirlas y comentarlas. Enque, si no su’ gusta la idea, lu dejo.

En este caso, os he engañado a propósito porque quería asegurarme de que seguíais por ahí: a ver si es que estabais en una fase silenciosa y poco comunicativa de vuestra vida (que todos las tenemos), o si es que simplemente “Aburridos, esperabais un poco de ‘escritura con arte’ ”. Y ya, de paso, para demostraros que yo también sé que no soy ningún gran escritor. Así que si escribo algo y no os gusta, podéis decirlo, que a mi las críticas me gustan, me enseñan, y si van a hacer daño, me divierten. Seguramente también me la suden (vuestras críticas) y siga escribiendo chominás, aunque sólo sea por entretenerme y porque no haya excusas para liquidarme como al Extrovador.
Perdonad la jugadita,no os penséis que estoy ofendido, pero cuando lo iba a publicar, y ya había puesto "Las Noches Lúgubres, de Alfonso Sastre", tuve la certeza de que iban a aparecer comentarios por doquier, y se me ocurrió tocar los huevecillos.
En cualquier caso, el relato merecía la pena ¿no es verdad?

Volti dijo...

OK, me doy por engañado, aunque no te entristezcas, mas bien siéntete halagado de que hayamos pensado que era tuyo, eso es porque los dos pensamos que podrías dedicarte a la dramaturgia, je, je, (obsérvese el matiz, escribo: "me gusta AÚN mas el porrito fabulador", luego se deduce que el analítico y sesudo también me gusta).
Me parece bien la propuesta de subir textos pero, propongo, creo que es mejor que copiar y pegar poner el enlace al texto original, de manera que no llenemos el blog de textos que no nos pertenecen. Subo uno que me gusta a modo de prueba.
Besos.

Pedantín dijo...

Me cago en la mar...! Y tan sorprendentemente depurados...., decía...!

Ojalá publicaras tu relato de la playa...!

nada tienes que enviadiar....

perezoso...!