jueves, 11 de septiembre de 2008

CITAS Y USOS. Usando citas.

Este texto es una traducción-adaptación de Porrito de un artículo de Anjel Lertxundi.


“No sabemos lo que nos está ocurriendo y eso es, precisamente, lo que nos está ocurriendo”. Se trata de una frase de Ortega y Gasset que la hija favorita de Aznar, la Fundación FAES, ha utilizado para denunciar la política económica del gobierno.
La FAES y la derecha española intencionadamente usan a Ortega. La izquierda, a Machado. Zapatero, a Antonio Ramoneda. Los que quieren escribir sobre el euskera, a Koldo Mitxelena. Los “urbanitas” vascos, a Bernardo Atxaga. Los que defienden el hedonismo, a Walter Pater, y si además quieren hablar de belleza, a Oscar Wilde. Los que a oídos de otros pretenden susurrar compromisos éticos, a Albert Camus…

Fácilmente podríais continuar ampliando esta lista de “usos”

Nuestro diccionario otorga al verbo usar, como primera acepción, la de “Hacer servir una cosa para algo”

De que todos los “usos” de nuestra lista sirvan para conseguir ese “algo” no podemos estar seguros. Pero sí podemos estarlo de que uno no debe apropiarse de lo ajeno en beneficio propio.

Sí podríamos decir que bien empleada está una cita usada para ilustrar nuestro discurso, o para mejorarlo, o para contraponerse a ella.

Pero también podemos afirmar que el nombre del autor de la cita engorda nuestro discurso, hasta el punto de que dé igual lo que realmente quiera decir la misma. Lo importante es el Nombre.

No puedo dejar de ver algo de moho en la patrimonialización de los grandes nombres. Si son grandes es porque fueron libres, y porque sus pensamientos se sobrepusieron día tras día a la adversidad.

CONFUCIO: “El sabio busca lo que desea en su interior; el no sabio, lo hace en los demás”.

Y con esta cita de Confucio quedo desnudo ante vos.






2 comentarios:

Volti dijo...

Como va de citas y habla un vasco, respondo citando a Hernán Casciari. Mejor el silencio. Espero que os guste:

"Francisco Hoyos no dijo palabra hasta los dos años y seis meses de edad. Tan perfecto fue su silencio que sus padres lo creyeron mudo. Una buena mañana comenzó a hablar en euskera, verdadero prodigio para un niño mexicano que nunca había salido de Campeche. Sus padres, que no entendían vasco, sospecharon que era media lengua y no se preocuparon; tampoco se maravillaron. Cuando cumplió cinco lo llevaron a varios médicos, sin suerte. A los doce visitó a un psicólogo. Nadie encontró anomalías en Francisco, ni físicas ni mentales: solamente hablaba mal. Una tarde de sus diecisiete años el jovencito se cansó: “Kokoteraino nago doktoreak”, dijo. Y no habló nunca más en la vida. Fue el caso más fugaz de infancia prodigio en Campeche, el más olvidable. Francisco Hoyos murió a los sesenta años, de infarto, durante las semifinales de un concurso de levantar piedras. Falleció sin dejarnos últimas palabras."

Porrito dijo...

Buenísimo.
Una pequeña aclaración para los que no tengan la innata habilidad de Patxi Hoyos: "kokoteraino nago doktoreak" quiere decir, literalmente: "hasta el gorro estoy de médicos"
Pobrecito, nadie le entendía...

Apostaría algo a que, en el momento de su muerte, portaba un humeante habano y que fue su desmedida afición por el patxarán lo que le adelanto el final.