martes, 8 de mayo de 2007

El futuro de la música o la verdadera historia del sábado noche


Qué mal rato me dio ver al Maki así violentado. Un gorrilla le gritaba en la puerta de Iroquai:

—Un agente de la utoridá le pide que se identifique y Usté se identifica, y sácabao!

Aunque se lo tiene merecido, porque yo cuando aparco le doy el puto euro y me quito de problemas, y no doy lugar a que se me presente a las cinco de la mañana en el garito y me arme el follón. Vale que sabemos que es para drogarse, y para que se droguen ellos mejor se droga uno, pero coño, si no cuesta tanto: les das la moneda y una palmadita en la espalda y les dices “Cuídamelo chaval”, y ellos tan contentos, ni sacan la placa ni la pistola ni nada, y te dejan poner copas hasta las tantas porque están ocupados vigilándote el coche.

Vamos que andaba yo así, enmalratado, cuando me dio por partirle la cara al cantante de ex-moda que suspende un concierto en Jaén cada quince años, y como estaba allí, a mano y borracho, me dispuse a calentar mis nudillos y… ¡oh, terror! me crujieron casi dolorosísimamente, y yo es que no lo soporto, que me da una dentera el crujir de huesos y tendones, que es que se me aflojan las piernas y se me relajan los esfínteres.

Así que pedí ayuda al Trovador de las Tierras Vascas, que es bonachón pero imponente el tío. Y claro, declinó mi solicitud, porque por lo visto luego la sangre no sale, y tienes que frotar las salpicaduras una por una, sobre todo en la entrepierna, y así frotándose y frotándose lleva perdidos más de veinte kilos, y al final no va a imponer ni nada. Aunque creo que no quiso colaborar por las gafas, que yo contemplé una vez con mis propios ojos como el Tapias prefería no golpear a veinte asustados culturistas ante la posibilidad de perder las gafas en un movimiento de ataque “que no veas la de viajes a la óptica hasta que me las dejaron bien graduadas”, lo que dice muy poco de los culturistas y de las máquinas suizas de graduación de cristales, y dice mucho de la capacidad de raciocinio de los portadores de gafas. Así que como alternativa le propuse ponerme en pompa e intentar una gaseosa melodía que él podría acompañar bailando un aurresku, aunque solo fuera por tocarle los huevos al rockero conciertero que trae la lluvia a Jaén. Pero como el Trovador pasa de bailes tradicionales y ha creado el Frikipornrockin, y en el fondo el corporativismo siempre ha caracterizado a los músicos portadores de gafas, pues tuvo la bondad de espetarme “¡quieres dejarme en paz de una puta vez!”. Lo cual agradecí sobremanera, porque a mí es que me encantan los espetos.

Decidí por tanto ensimismarme en mi mismo hasta que algún pensamiento acudiera presto a mi cabeza, o despacio, que igual me daba. Así, en un interminable instante bastante duradero, aparecieron en mi mente tres nombres: Enrique Urquijo, Antonio Vega y Manolo Tena, tres artistas desahuciados por no llevar gafas, con la aquiescencia de toda la profesión. Intuí con claridad que el Comando Gafas formado por Javier Gurruchaga, Ricardo Solfa y, más que probablemente, el Trovador de las Tierras Vascas, fueron quienes ofrecieron los caramelos con droga a aquellos tres prometedores cantautores, convirtiendo un soleado día de escuela en el ocaso de tres brillantes carreras, situación que aprovecharon para ocupar su hueco en el mercado y llenar estadios paseando sus relucientes monturas y cristales progresivos.

—Te pillé, delincuente —dije al Trovador.
—No me arrepiento, en tus manos quedo, hágase en mí según tu palabra —respondió.
—¡Calla! ¡No insistas más! ¡Soy insobornable! —le amenacé —¡Deja de pedir clemencia!
—No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme —repetía incansablemente, intentando minar mi resistencia.
—Vale, te encubro, aunque puesto a delinquir hubiera preferido un buen estupro —zanjé autoritario y sincero.

Así que, hermanados por un delito compartido (y no por meter la polla en el cubata, que es como se hermana la gente pobre y sin futuro que nunca disfrutará de un adosado), nos dirigimos hacia el cantante de ex-moda.

—Hola Santi ¿puedo llamarte Juan? Perro —le dije manejando con maestría la situación de la cosa esa con el punto debajo que se pone después de preguntar.
—Perra tu puta madre, montón de mierda —contestó con cariño— ¡Juanperro!, que por poner la pe mayúscula le metí dos balazos al cartelista y me tuve que ir diez años a estudiar el son cubano, y porque había olvidado la pistola, que si no me lo cargo. Por lo menos le puse el ojo morado, que yo las balas las tiraré despacio, pero de las duras, no de esas de goma, que ni matan ni ná —nos contó amigable.
—Pues mira, es que mi amigo y yo compramos la entrada a tu concierto hace quince años, y como entonces había pesetas y se tardaba mucho más en contar, pues tardaron diecisiete meses en devolver el importe, y ya nos vino mal la cosa, porque estábamos de mercenarios en la guerra de los Balcanes y nos dio pereza dejar de violar y matar y meternos el viaje por dos mil pelas. Así que, con intereses de demora, yo creo que con cincuenta euros quedamos como amigos —dije calculando sin ambición ni malicia.
—Pues no tengo un duro, pero llevadme de copas, que yo nunca pago, y os bebéis los cincuenta euros. Y que nos acompañen vuestras dos hermosas mujeres a las que me gustaría cepillarme si no tuviera la certeza de que no se me va a poner dura, y eso olvidando el tema de la fimosis, que llevo cuarenta años sufriendo en silencio —añadió.

Cogimos el metro, decididos a saldar nuestra deuda en el Lemod. En el trayecto nos contó por qué no pagaba las copas:

—Yo es que antes de Juanperro era Santiago Auserón, el que montó la escuela de calor. Y claro los hosteleros me están muy agradecidos, porque con el calor vino el turismo, y se llenó España de guiris y se hincharon de ganar pasta. Y por eso no me cobran. Bueno la madame de un burdel de Almería quiso cobrarme una copa hace ya tiempo, y yo en vez de mandarles el calorcito del bueno les mandé el calor de cojones, y se les ha llenado aquello de negros. Pues que les den por el culo, que llega el pestazo a negro sudado casi hasta Murcia, y que conste que no soy racista. ¿Queréis que os la chupe? Yo es que he sido toda mi vida un heterosexual ¡Ya está bien, hombre, que de tó hay que probar! —expuso coherentemente.

En el Lemod se concentraba lo más granado de la sociedad de al lado de Granada. Seis de la mañana, nosotros, el escritor local, un DJ que se acordaba de Radio Futura, el típico tipo que sale los sábados a ver si le cuenta un chiste a un famoso, Josué, que es uno calvo que cierra todos los garitos, el segurata sudaca que tiene más pecho que Yola Berrocal y las tres chochonas que dicen “míralo, míralo,… que sí es, que sí es,…” e intentan llevárselo a rastras hasta que un alma bondadosa les dice “venga chicas, que necesita descansar” y se marchan obedientes pero jodidas por no tener quien se las joda.


—¿Y tú a quién coño le haces ahora el ¡au!...¡au!...¡au!? —cantó el Trovador con una entonación envidiable—Juanperro de los cojones —añadió tratando de agradar.
—A mi Cati, que no se deja dar por culo la jodía. Esa se enamoraba de ti seguro, de este no —afirmó señalándome—pero si quieres te dejo llenarle el ojete de leche. ¡Dame un pico tío! —exclamó conquistador.
—Pero quítate el moco, que pierdes todo el glamour —dije, haciendo gala de mi capacidad de observación.

Y se lo quitó, y nos dimos el pico, pero manteniendo las distancias, que no me fiaba yo de que se envalentonara y quisiera abrazarme (¡qué mariconada!), máxime sabiendo que el mocazo verde y adherente debía seguir en su mano, y luego los mocos no salen, y hay que frotarse y frotarse, y ya se sabe…

—Tú es que deberías follarte a mi Cati, de verdad, que nadie sabe lo que es follar hasta que se la mete —insistía Juanperro al Trovador.

Yo por hacer tiempo mientras negociaban, convencí al escritor local que pidiera un autógrafo a Juanperro para su mujer, que seguro que le gustaba, y así se le pasaba el enfado (no de que fuera escritor, sino el que iba a coger cuando llegara a las siete de la mañana y la despertara con sus vómitos y sus versos reconciliadores).

—¿Y ese quién pollas es? —preguntó en verso y alardeando de su vasta cultura, como podéis observar.
—El de Radio Futura —contesté.
—¿Eh?
—El de La Bola de Cristal, el que leía los poemas de Edgar Allan Poe.
—¡La virgen nene! —exclamó mientras corría hacia él sacando la libreta y el bolígrafo.

Si es que con los intelectuales ya se sabe…

—¡Folláos a mi Cati, coño! ¡Estoy hablando de amor! —chillaba Juanperro con ojos desorbitados.
—¿Me firmas? —preguntó humildemente el escritor local.
—¡Hazlo tú también! ¡Amadla todos juntos! ¡Yo observaré humildemente!
—No, si con un autógrafo me conformo —replicó el escritor.
—¡Qué autógrafo! ¡Te estoy ofreciendo a mi mujer! ¿Te parece poca generosidad?
—¿Dónde está tu mujer? —le preguntó ya nervioso y sin perder de vista la libreta inmaculada en las manos de Juanperro.
—En Madrid —contestó.
—¡Así qué pollas! —dijo el escritor— si mi mujer estuviera a cuatrocientos kilómetros yo también te la ofrecía, pero está aquí cerquita, en la cama, esperando tu autógrafo, tonto de los cojones.
—¡Vamos todos a Madrid! ¡Amémonos! ¡Mi Cati espera, húmeda y sumisa!
—¿No vas a firmar, verdad? —preguntó el escritor, ya visiblemente exaltado.
—¿Que te firme? ¿El qué te firmo? —preguntaba Juanperro con mirada extraviada.
El escritor local le arrancó la libreta de las manos y le gritó mientras se marchaba:
—¡Vete a la mierda tontoloshuevos! ¡que a mi ni me gustaba Radio Futura ni ná, que érais un coñazo! Eso sí, me saludas a los Electroduendes —concedió al menos.
—¡Vamos al baño! ¡metédmela por detrás! —seguía el Juanperro con la cantinela.

Y fue en ese momento cuando el Trovador agarró al Juanperro de las caderas, y con mucha serenidad pero aún más firmeza, le enculó sin bajar siquiera sus vaqueros, ofreciendo a los presentes una bonita metáfora sobre el futuro de la música. Todos vimos con claridad como el son, los ritmos africanos, la trova y el rock hispano se dejaban sodomizar felices ante la imparable fuerza con la que el Frikipornrockin irrumpía tras ellos, dominador, iniciando una nueva era en la historia de la música, ante la que sólo pudieron entonar un sonoro ¡au!...¡au!...¡au!


Para saber mas sobre Frikipornrockin visita www.myspace.com/frikipornrockin

1 comentario:

Pedantín dijo...

Historia Genial, como no podía ser de otra forma..., teniendo en cuenta los protagonistas...
Por cierto, a ver si convencemos al MAKI para que abra las ventanas del garito por primera vez desde la apertura del Escala (o sería "Scala"??), que desde entonces parece que se ha viciao un poquillo el aire, y allí no hay ya quién respire....