viernes, 6 de junio de 2008

Moteros al filo de lo imposible (I: el frío)

PINGÜINOS 2005

Creo, por el cansancio, que no estoy demasiado inspirado para narrar nuestras andanzas del fin de semana, pero la memoria flaqueará en breve y quizá un testimonio fresco mal narrado sea mejor que una prosa atinada pero rancia.

¡Vaya experiencia la de este fin de semana! El jueves, como aperitivo, nos zampamos 550 kms. hasta Madrid. Fue un error salir a las 13 en vez de a las 10, como teníamos previsto, pues la caída de la noche en los últimos kilómetros hizo los primeros estragos por baja temperatura en nuestro organismo. A sólo 30 Kms. de Madrid, aparentemente una mariconada, tuve que parar porque el frío de las manos (única parte del cuerpo en la que he pasado frío de verdad) era insoportable. Me calenté como pude (el tubo de escape es muy útil a estos efectos) y llegamos sin problema a la capital.

El viernes salimos a las 16 con rumbo a Valladolid (190 Kms. más). Optamos por tomar el Puerto de Guadarrama en vez del túnel de peaje, ya que hacía un sol la mar de bonito. Mereció la pena. La montaña estaba nevada y disfrutamos bajo el sol de un precioso paisaje alpino. Moderé la velocidad porque el suelo estaba blanco (no sé si era nieve o hielo, pero no perdí el control). Me adelantaron un par de super-sport a mucha más velocidad que yo (no sé si se la jugaban o conocían bien el terreno y sus condiciones).

Una vez superado el Puerto hay un tramo de paisaje tristón del que nos vimos privados súbitamente al cerrarse de sopetón una espesísima niebla a unos 60 Kms. de Valladolid. Ahí empezamos a pasar frío (lo del día anterior se nos antojaba ya anecdótico). Se nos hizo de noche en un pispás y creo que paré tres veces en esos 60 Kms. porque no me sentía las manos y no iba a poder frenar ni cambiar de marcha cuando fuera necesario.

La entrada en Valladolid fue triunfal: coincidimos cientos de motos, de todo tipo, y el ambiente era muy festivo por la alegría de la llegada y la complicidad de los moteros. Sentí una emoción muy grande. Tanto en ciudad como en mis salidas turísticas de fin de semana veo poquísimas motos (las scooters sabéis que para mí no son motos). Y es algo que no me explico y además me entristece: qué coño le pasa a la gente para que tengan que ir en coche al trabajo (un coche - una persona) chupándose atascos y problemas de aparcamiento y privándose del inmenso placer que produce volar sobre dos ruedas... En cambio, al entrar en Valladolid y ver tantas motos (con el factor añadido de la severa adversidad climatológica) viví un oasis motero: o el mundo había cambiado o yo estaba en otro mundo, pero en vez de "gilipollas a cuatro ruedas" lo que había era una invasión de "caballeros a dos ruedas" a lomos de sus jamelgos (¡y vaya jamelgos!).

Después de calentarnos en el hotel y deshacer las maletas nos dirigimos a Boecillo, donde tenía lugar la concentración. Nos inscribimos con los números 7054 y 7055. Después fuimos a la fiesta de Nochevieja y Año nuevo motero, con sus doce campanadas, sus piñones (en vez de uvas) y su cava a discreción. Qué cachondeo y qué buen ambiente. Conocimos a gente de Bilbao que también habían recorrido lo suyo para llegar hasta allí.

El sábado tuvimos un grado de máxima al sol a las 15 horas. Ya estábamos hechos al frío. Además, descubrimos que el frío no es sólo cuestión de temperatura. Hay otros muchos factores que influyen en la sensación térmica: velocidad, humedad, viento... pero el más importante es un factor desconocido para mí hasta entonces, el tiempo. Si estás calentito y te expones al frío de la moto durante un cuarto de hora es muy difícil que te congeles. Ahora bien, si estás media hora o más en condiciones extremas, olvídate de soportarlo sin bajarte de la burra.

Ese día disfrutamos de una comida y una cena en dos sitios cojonudos (aparte de exhibiciones de motos y de disfrutar viendo miles de motos chulísimas aparcadas por todas partes). Por la mañana, un asador tradicional, en una cueva, a base de lechazo y otros productos de la tierra. Por la noche, un restaurante de muy buen gusto y con un servicio excelente. El dueño se hizo amigo nuestro. Al cerrar el restaurante iba a coger su BMW y a tirar para Boecillo. Nos contó anécdotas de las primeras concentraciones (este año ha sido la edición 24 de Pingüinos) y pasamos un buen rato con él y con su novia (que fue la que nos atendió en la mesa). Tuvo gracia que quien nos ayudó a encontrar el restaurante fuera un motero de San José de la Rinconada, que iba en coche esa noche pero decía que había visto nuestra moto aparcada en el hotel al lado de la suya: una 1500. Yo pensaba que el tío estaba de guasa. De San José podía ser porque tenía acento sevillano, pero ¿qué hacía en coche? ¿y a qué moto se refería? porque una 1500 no debe de pasar desapercibida y yo no recordaba haber visto ninguna.

Al salir del restaurante el termómetro marcaba 3 grados bajo cero y la niebla era tan espesa que se nos escarcharon los cascos (y a mí los huevos, por fuera, claro). Pasamos de ir a la concentración teniendo en cuenta lo que nos esperaba al día siguiente (casi 600 Kms.).

El domingo fue un día larguísimo. Valladolid amaneció nevado (suerte que usamos el párking del hotel) y tuvimos que soportar hasta 4 bajo cero a plena luz del día. Entre Valladolid y Salamanca paramos cuatro o cinco veces porque el frío era insoportable. Íbamos muy bien equipados y no éramos los únicos en pasar frío: la carretera era un rosario de motoristas parados en el arcén intentando calentarse o simplemente hacer un paréntesis en la tortura de la conducción en esas condiciones. Encontramos una gasolinera en una carretera secundaria que se llenó de motoristas. M. me hizo algunas fotos con mi traje completamente blanco por la nieve que se me había adherido. De la pantalla del casco cayó una capa de hielo que cubría toda la pantalla. Los frenos y otras partes de la moto tenían gruesos bloques de hielo que quité a base de golpes.

Hasta Salamanca no desapareció la niebla. Tuve un semi-pique con una CBR y llegamos a Salamanca haciendo relevos a unos 130 por hora.

El resto del viaje lo hicimos al sol. Plasencia, Cáceres, Mérida... La Ruta de la Plata es una gozada por sus curvas y disfruté de lo lindo con los adelantamientos. Un Vectra se picó conmigo y tuve que ponerme a doscientos para dejarlo atrás. Ya no hacía frío. Entonces, en un adelantamiento me pilló la Guardia Civil rebasando por pocos metros una línea continua (había visibilidad de sobra). Me multaron y anduve tristón unos cuantos kilómetros (tampoco me duró mucho la pena).

Luego ocurrió algo curioso. Adelantamos a un grupo de cuatro o cinco Harleys. Iban todos de negro, con maletas de cuero llenas de tachuelas y los pies en alto más adelantados que las manos. Uno de ellos nos saludó. Yo no sabía quién era. Paramos en la gasolinera y ellos también pararon. ¡Era el tío de San José de la Rinconada! Su 1500 era una Suzuki Intruder, imitación de las otras Harleys, que sí eran auténticas. Me dieron un buchito de su petaca de Luis Felipe. Me supo a gloria. Dijeron que se habían pulido dos botellas durante el viaje. Nos invitaron a merendar y nos unimos a su pequeña caravana. La conducción en grupo es más divertida que en solitario. Estás pendiente de unos y otros y el camino se te hace más corto.

Al llegar a Sevilla estábamos destrozados, pero orgullosos del esfuerzo y felices por todas las cosas que habíamos hecho (omito mil anécdotas para no cansaros).

En cuanto a las motos, vi una custom que calzaba por trasera una 250 / 40 R18. ¡Qué monstruo! La gente no es tonta, y en vez de naked como yo lleva Touring (las BMW LT o las Honda) o Sport, todas con sus carenados y sus pantallas. Al llegar a casa investigué en internet sobre algunas de las motos que más me gustaron. La Suzuki 1500 de nuestro colega, aun siendo impresionante, tiene sólo 65 CV, así que perdí todo interés por ella. La mejor de las que vi, para mi gusto, es la CBR 1100 XX, una Touring-Sport con 164 CV y pinta de ser bastante cómoda para los viajes. ¿Quizá mi próxima moto?

Los que recibís este mensaje sois o habéis sido moteros o copilotos conmigo. No sé si tendréis la oportunidad de ir a Pingüinos alguna vez, pero, aunque sea masoquista por mi parte repetir, es algo que pienso volver a hacer y que os recomiendo totalmente.

Un caluroso abrazo

1 comentario:

Porrito dijo...

Helaíco me he quedado.
Sobre todo por lo del "semi-pique a 130 y a relevos!!". Sin duda una frase genial. Aunque quizás no llegue a la genialidad de aquella otra del egregio agente 007, quien, perplejo ante la despanpanante chica Bond de turno que ocultaba sus curvas tras escuetos trapitos, no tuvo otra salida que "what is this little nothing you are almost wearing?"