jueves, 29 de marzo de 2007

Los Puntos sobre las Íes

Curiosamente, en esta vida de espirales y agujeros negros, todo va dando vueltas. A lo mejor es por ello que comenzamos el Blog hablando de periodismo local y nos encontramos, tres meses después, con que tenemos en nuestras filas un periodistilla ávido de titulares que, con un poquito de hábil manipulación, se conviertan en noticia y nos permitan rellenar nuestra columna y alejar al pueblo un poquito más de la realidad.

Sin duda la noche fue memorable. Doce apóstoles desbocados sin su Jesús no podían llevar a otra cosa. Cuando se recuerde la cena no se beberá un poco de sangre y se comerá otro poco de cuerpo, no, se abrirán cuatro o cinco botellas de sangre para ver si ‘marinan’ o no con las distintas partes del muerto.

Pero hablemos del asunto, de esa tendencia natural a ver la paja en ojo ajeno. Tendencia ésta que, al parecer, se acentúa cuando uno tiene complejo de ser el primero de la clase, y va por ahí buscando un tonto del que adueñarse. Pero no nos adelantemos, primero trataré de explicar cómo un desafortunado intento de sacarle punta a la palabra termina en titular.

Todo parte de mi ya conocida aversión por la palabra “fuerte” al describrir los vinos. La fuerza la define el diccionario como el vigor, robustez y capacidad para mover algo que tenga peso u ofrezca resistencia. Se añaden también otras definiciones que la asocian con el poder, con la obligación e incluso con el vigor.
Estábamos hablando de maridaje, o sea, de cómo vino y comida se complementan entre sí, es decir, cómo un vino hace que la comida sepa mejor o viceversa, ya sea a base de complementar al otro, de aportar un contraste, o de ayudar a resaltar alguna de sus virtudes.
Fue entonces cuando apareció por allí el enólogo beodo, moviendo la copa tal y como le había explicado Elándres. Éramos doce apóstoles sin Salvador. El germen de una nueva religión sin guía ni futuro con los únicos mandamientos de vivir en la anarquía y la falta absoluta de respeto a la palabra coherencia. Y aquel maestro comienza sus enseñanzas, “...normalmente el vino tinto no va bien con los pescados porque el tinto es fuerte y el pescado es flojo y bla, bla, bla”
En mis sienes había tambores de guerra. “¡Otro profeta! ¡Y después de lo que acaba de hacer con mi querido Pedantín¡ ¡Que éste todavía no esta preparado y me lo hunde! Que ahora está débil, porque a estas alturas de la noche ya no es Pedantín, ¡es Pedoantín!” Yo me encendí y lo solté.
Sí, sí, lo reconozco, esa frase es mía, toda mía. Igual que cuando uno tiene un hijo feo, hay que reconocerlo... y quererlo. Porque yo quería que aquel Enólogo Beodo me explicara, sin utilizar la ‘fuerza’, porqué un reserva y un pescado no se entienden. Estábamos allí para ‘marinar’, compartir sensaciones, y hablar de lo que percibíamos Maridar es un arte que no tiene reglas, donde prácticamente todo vale, y donde lo más importante es el gusto personal del ‘marinante’. Yo esperaba argumentos del tipo “los vinos con mucho tanino hacen que, con el pescado, aparezcan sabores metálicos...” o bien “el tanino(muy presente siempre en vinos con mucha crianza) le va mejor a comidas grasas porque ayuda a limpiar la boca” o algo así, más curradito y comunicativo. No un simple “porque es más fuerte” (y más después de haberle hecho aquello a Pedoantín)
Porque, digo yo, si es cuestión de fuerza ¿porqué ese retrogusto que deja el pescado altera tanto el sabor de un reserva?¿realmente el pescado deja de saber o es el vino el que cambia de gusto? ¿cuál es más fuerte? Y, si es una cuestión de fuerza ¿cómo en muchos de los consejos de maridaje que dan otros beodos se recomiendan para acompañar comidas asiáticas, ricas en especias y picantes, vinos jóvenes afrutados y cavas? ¿es que esas comidas no son fuertes?
Pero el caso es que lo dije. Y allí estaba el periodistilla con la grabadora. Aquella frase lo sacó del túnel ¡ya tengo titular! ¡salvado! ¡este primo me ha salvado! Me miró, y me lo advirtió, ‘las kagao chaval, ya no soy yo el pringao’

Y es que, tan solo unos segundos antes nos acababan de servir el tinto. Envalentonados, empezamos a moverlo (en círculos por favor) y a meter las narices en las copas: ... Exquisito, como sólo él sabe hacerlo, Pedoantín sacó la suya de la copa, abrió los ojos, ya entonces rojos, y:

“uuuummmhh, casi no tiene crianza....ehh?”

... y apareció el Enólogo Beodo, sonriente como no podía ser de otra forma. Moviendo en círculos la copa a modo de botafumeiro, dispuesto a darnos una nueva lección magistral. Vació media copa en la de apóstol Ucraniana (por un momento pensé, conociendo ese especial sentido suyo del humor que mataba al falso Salvador allí mismo con una llave de kárate ruso), metió la pituitaria en la copa y.....




“¡qué cerrado está el vino! Os fijáis cómo sólo huele a madera........”





¡Póbretico! Después ya vino lo del fuerte-suave y me lancé a la yugular. El Beodo, sin dejar de darle vueltas a su copa, nunca de arriba abajo, se apartó con un incontestable (incontestable, al menos, en dos frases y en aquella situación) “dudo que a un Vega Sicilia se lo coma un pescado”, le faltó un “en todo caso se lo bebería”
Pero para aquel entonces ya había titular.

Finalmente, sólo la diosa fortuna quiso que los romanos no crucificaran al pedante apóstol, a quien, ante la visión de su propio empalamiento, le quedaron las fuerzas justas para llegar a casa sin cagarse en su carroza exquisita (esa sí, que con pasta es más fácil aparentar que tiene un el gusto desarrollado)

Tras esto quizás sí me merezca esa foto que todos tenéis en la cabeza y que sólo he censurado para preservar mi intimidad y que mi permanente inkoherencia quede sólo entre nosotros.

VIVA LA PPK (más viva que nunca)

4 comentarios:

Pedantín dijo...

Lo cierto es que aquel tinto era una mierda, el Beodo un capullo y mi colega Porrito un cabronazo mentirosillo, pues él me dió la razón cuando afirmé que aquel vino no tenía mucha madera... Porque de hecho, prácticamente no olía a nada, o mejor, a nada bueno...
PD: No sé qué tiene que ver mi afición a los coches con esto, ni el tocino con la velocidad...

Porrito dijo...

A mi ya sabes que no me gusta llevarle la contraria a la gente.

Con lo del coche te he dicho que tu coche sí me gusta, pero que no tiene mérito, gastándose titantosmil euros, tener un coche bonito.
Sin embargo, con dinero, no se compra una nariz buena. Al menos el Volti lo reconoce con humildad.

Pedantín dijo...

Yo reconozco lo que haiga falta, pero para aprender a diferenciar y valorar vinos hay que, sobre todo, probar los buenos, los más definidos o los más interesantes por su complejidad, que suelen, por desgracia, ser de precio más elevado.... Eso no quita que por mucho que se beban buenos, se sepa apreciarlos o distinguirlos...
Está claro. De todas formas, seguiré más pacientemente que nunca tus enseñanzas, oh PORRITO! en el arte de beber con arte.

Porrito dijo...

No te preocupes, tengo poco que enseñar. No soy más que un cateto instruido al que le gusta hablar de vinos.
Por cierto hace un rato he leído una nota de cata del Vega Sicilia Único (vino que no sé si tendré olfato para apreciarlo, pero prefiero no gastarme los 180 lerus que vale para comprobarlo), y en la nota decía que una de las cosas con las que marida bien es con una merluza en salsa . ¿¿?? jajajaja, tomapastillasdegoma.