miércoles, 31 de enero de 2007

Hoy era el día



Hoy era el día. Hoy era mi día...

Y es que me planté. No podía seguir admitiendo ser pisoteado un día tras otro. Mi dignidad estaba por encima de aquel más que respetable sueldo. Tenía que hacer algo.... y lo hice.

Ja, ja, ja, Aquella mañana entré en su despacho. Más elegante que nunca. Satisfecho de mi mismo. Decidido. Le miré fijamente y sostuve su mirada cuanto quise. Ese día Él no podía conmigo.
“Jefe... me voy!”. Se quedó descolocado, expectante.
“... y además me voy por esto y por aquello y bla, bla, bla”. Ja, ja, ja. Ahora sí que estaba descolocado, “¿y quién se creerá el primo este?” debió pensar.
“... pero es que además, me vas a pagar una pasta para que me vaya contento, porque sinooooo......” Ahí ya me lo cargué. Los ojos se le salían de las órbitas. Hubiera saltado por encima de su mesa roble de dos metros traída expresamente de su última “puti-cacería” en Rumanía junto con una horrible piel de oso, con cabeza y todo, que horroriza a diario a su nueva querida al entrar al salón de su casa. En una ocasión le llegó a pedir que se masturbara con la cabeza del oso mientras él la miraba. Aquella noche Él se quedó sin cenar y durmió en su sofá de piel de camello que....
Al salir del despacho, me pareció que el día era más claro. Ya lo había hecho. Le había plantado cara. Mi plan estaba en marcha. En breve estaría fuera de aquel lugar, con un poco de dinero para ir tirando. Y con una ilusión enorme de comenzar una nueva vida.
Mi nueva vida podría ser en una nueva ciudad, en un nuevo puesto o en un nuevo sector; No me importaba. No tenía ninguna pretensión económica y simplemente buscaba un proyecto con el que ilusionarme.
Por mi cabeza ha pasado de todo: desde volver a la universidad currando por la mañana en una cafetería; montar una empresa de importación de delikatessen que comenzaría yo mismo recorriendo Europa con una furgoneta frigorífica; cooperar en una ONG o dirigir un proceso de desarrollo de empresas de elaboración de productos de alta calidad para una cooperativa de agricultores minifundistas ecológicos. Incluso llegué a barajar la posibilidad de trabajar en una multinacional donde las normas son claras, el trabajo está definido, y los resultados medidos.
Cualquier cosa era ilusionante comparándolo con aquel imperio del despropósito en que estaba metido. Buscaba un proyecto que tuviera un objetivo claro. En el que supiera porqué luchar. En el tu jefe sabe, al menos, putearte. Pero lo que de ningún modo estaba dispuesto era a seguir pendiente a diario de si había llaves en aquella puta puerta......
Ja, Ja, Ja. Desde aquel día, no he vuelto a sentir ese regomeyo en el estómago al ver las llaves en la puerta señalando que Él había llegado.

Poco tiempo después mi plan cuajó. Llegamos a un acuerdo, y yo aguantaría en la empresa hasta hoy. En este tiempo formaría a mi sucesor. Y a cambio recibiría una generosa cantidad de dinero que compraría, también, mi silencio.

Hoy yo debería estar libre. Soñando mi futuro. Viviendo mis sueños. Libre.

Hace unos días Él me llamó. Me miró a los ojos como antes. Yo le aguanté la mirada como últimamente. Me ofreció el doble. Tuve que decirle que sí. Nos dimos la mano y bajó la mirada; él primero. Ja, Ja, Ja, Yo había ganado.

Hoy siento un regomeyo... y es sólo de saber que, en cualquier momento, a lo lejos, en aquella puta puerta, veré el destello que me avisa de la llegada del benefactor.

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